Covid-19 y geopolítica: primeros impactos

Cátedra LiderazgoS y Sostenibilidad

Cuatro consideraciones previas

1. El coronavirus no es un evento geopolítico

Tampoco lo fue la caída de Lehman Brothers, pero ambos son eventos disruptivos. Hay eventos que no están relacionados con la geopolítica, pero que pueden conectarse al sistema y perturbarlo hasta modificar el anterior orden establecido.

Según la magnitud del impacto, el coronavirus se podría convertir rápidamente en un evento geopolítico. Un evento como el coronavirus –por los impactos económicos, sociales y sanitarios que de él se derivan– puede acelerar la historia, tiene todo el potencial para alterar el orden global. Por eso, cobra pleno sentido la frase de Lenin: "Hay décadas donde no pasa nada y semanas donde pasan décadas". Estamos viviendo algunas de estas semanas.

2. No estamos al comienzo del final, sino al final del comienzo 

"El búho de Minerva emprende el vuelo al atardecer (al caer el crepúsculo)", decía Hegel, para indicar que la filosofía inicia su actividad interpretativa y comprensiva, no antes, sino después de los hechos. Algo parecido ocurre con el pensamiento geopolítico. Sin embargo, ante la crisis en cascada de la Covid-19, no estamos al comienzo de su final, sino al final del comienzo, apenas intentando controlar los picos de contagio, el número de afectados y de muertes. El crepúsculo todavía no ha caído.

La nueva reordenación geopolítica aún no ha comenzado. La marea está bajando, pero aún no del todo. De hecho, deberemos lidiar consecutivamente con tres oleadas de problemas: los de orden sanitario, inmediatamente a continuación con los efectos devastadores que tendrá la pandemia en el orden socioeconómico y, finalmente, tras la retirada de la marea, veremos sus efectos geopolíticos y la reestructuración que comportará en los órdenes de acumulación y gestión del poder. Porque, inevitablemente, de esta crisis saldrán ganadores y perdedores, como ya ocurrió en la gran recesión de la década anterior.

Las tres oleadas de la crisis: sanitaria, socieconómica y geopolítica
Las tres oleadas de la crisis: sanitaria, socieconómica y geopolítica (Fuente: elaboración propia)

Es decir, después de la pandemia vendrá la deuda, y después de la deuda vendrá la redistribución del poder.

3. El momento de influir en la dirección de la historia es ahora

El pensamiento geopolítico –decíamos–, llegará después, pero la actuación (geo)política, en cambio, debe activarse antes de que baje definitivamente la marea. Pero esta ventana de fluidez es corta. Pronto un nuevo orden emergerá y se solidificará. Quien gobierne en el 2021 ya no tendrá posibilidad de cambio, tan solo de gestión de la nueva situación. Por lo tanto, los errores o aciertos que se cometan ahora tendrán importantes consecuencias en los años siguientes.

Quien gobierne en el 2021 ya no tendrá posibilidad de cambio

4. Cada país escogió responder a la pandemia de manera independiente

A pesar de los esfuerzos de la OMS para coordinar una respuesta global, la mayoría de países (porque no quisieron o porque no pudieron) no adaptaron su respuesta a los criterios de los organismos multilaterales. Esto permite comprobar quién lo está haciendo mejor y quién tiene un peor desempeño.

Sin duda alguna, habrá una evaluación del rendimiento político, institucional, económico, organizacional y sanitario de cada país, que será inseparable de la valoración de su nivel de liderazgo. Será entonces cuando cobre pleno sentido la conocida frase de Warren Buffet: "Solo cuando baja la marea se sabe quién nadaba desnudo". Es decir, podremos comprobar qué países han sido frágiles y salen mal parados de la crisis; cuáles han sido robustos o resilientes y han sabido encajar el golpe y sobreponerse; y, finalmente, qué países no solo han sabido responder bien a la contingencia, sino que además salen reforzados de la misma.

Clasificación de los países ante su respuesta a sucesos disruptivos o eventos cisne negro
Clasificación de los países ante su respuesta a sucesos disruptivos o eventos cisne negro

Por ejemplo, ya podemos asegurar que la crisis tendrá graves consecuencias en los países emergentes. Estos se perfilan como los principales perdedores de esta crisis. La salida de capitales de estas economías en apenas dos meses ha sido más de cuatro veces superior a la que hubo con el estallido de la crisis financiera global en 2008. Más de noventa países emergentes han solicitado ya ayuda financiera al FMI, algo sin precedentes históricos.

La crisis tendrá graves consecuencias en los países emergentes

Esa evaluación geopolítica de los países es válida también para sus respectivos líderes. Un editorial de Le Monde del 20 de abril, por ejemplo, alababa el pactismo y consenso conseguido por la cancillera alemana Angela Merkel con sus landers y criticaba el autoritarismo del “ordeno y mando” de la Francia centralista ejercido por el presidente Emmanuele Macron. Del mismo modo, han aparecido análisis interesantes estudiando el desempeño de las líderes femeninas en la crisis y evaluando las claves de su evidente éxito.

Balance del momento: aceleraciones y remodelaciones

La pandemia, seguramente, no cambiará el mundo, pero puede contribuir a acelerar algunas de las tendencias que ya comenzaban a apuntar en la etapa anterior. Curiosamente y paradójicamente, esta aceleración geopolítica podría comportar una mayor desaceleración de la globalización. Estados Unidos y China, por ejemplo, ya venían compitiendo en un conjunto de ámbitos: comercial, tecnológico, ideológico-político, geoestratégico, por la influencia en Asia y militar y de seguridad.

Ahora podrían añadirse también una competencia científico-médica (por el logro de la vacuna) y una competencia por el liderazgo global. Esto podría precipitar lo que Graham T. Allison denomina “la trampa de Tucídides” (tensión estructural que se produce cuando una potencia hegemónica –pero con signos de decadencia– se siente amenazada por otra potencia emergente con aspiraciones de substituirla. Esta situación puede favorecer las condiciones para que estalle una guerra). Si esto ocurriera, cobraría pleno sentido el viejo proverbio africano: “Cuando los elefantes pelean, es la hierba la que sufre”.

La aceleración geopolítica podría, paradójicamente, comportar una mayor desaceleración de la globalización

Del mismo modo, el impacto del coronavirus puede contribuir a remodelar el orden global. Voy a plantear hasta siete posibles remodelaciones.

1. Ha habido una falta de liderazgo internacional de EEUU

Mientras que en el pasado inmediato EEUU había sido el catalizador de una cooperación internacional amplia, ahora muestra claramente un rechazo a ejercer esa función. Esto acentúa su relativo declive y una pérdida significativa de auctoritas. En octubre de 2014, el ébola amenazaba con matar a millones de personas. El entonces presidente Obama desplegó el ejército de los EEUU en África occidental, reclutó a docenas de países para contribuir con trabajadores y equipos de atención médica, integró la infraestructura de salud pública y de seguridad nacional de los EEUU bajo una dirección unificada y consiguió eliminar el brote del ébola cerca de su fuente.

La respuesta del presidente Trump a la pandemia, en cambio, ha sido decepcionante y corrobora el proceso iniciado hace ya tres años de retirada de los compromisos internacionales: Retirada del acuerdo climático de París, retirada del acuerdo nuclear con Irán, retirada de la OMC, retirada de las tropas estadounidenses de Siria, retirada del tratado sobre fuerzas nucleares de rango intermedio, retirada del TPP (Transpacific Partnership), retirada del Consejo de Derechos Humanos de la ONU y, en medio de la pandemia, retirada o detención de fondos a la OMS.

Trump coronavirus
EEUU está mostrando un rechazo a ejercer su anterior función de catalizador en materia de cooperación internacional (Foto: The White House/Wikipedia)

La primera crítica a esta medida, el mismo día de su anuncio (15 de abril de 2020), correspondió a Bill Gates: "Detener los fondos para la OMS durante una crisis mundial de salud es tan peligroso como parece. Su trabajo está ralentizando la propagación del Covid-19 y si ese trabajo se detiene, ninguna otra organización puede reemplazarlo. El mundo necesita a la OMS ahora más que nunca".

El pensador Yuval Noah Harari lo expresaría así: "¿Seguirías a un líder cuyo lema es 'Yo primero'?". "En los últimos años, Estados Unidos ha renunciado a su papel de líder mundial. La actual administración de los EEUU ha recortado el apoyo a organizaciones internacionales como la Organización Mundial de la Salud y ha dejado muy claro al mundo que EEUU ya no tiene amigos reales, solo tiene intereses. Cuando estalló la crisis del coronavirus, los EEUU se mantuvieron al margen y hasta ahora se han abstenido de asumir un papel de liderazgo. Incluso si finalmente trata de asumir el liderazgo, la confianza en la administración actual de los EEUU se ha erosionado hasta tal punto que pocos países estarían dispuestos a seguirla".

Esa pérdida de liderazgo quedó de nuevo demostrada a comienzos de mayo, cuando la UE lideró un esfuerzo global para combatir el coronavirus recaudando fondos hasta un total de 8 mil millones de dólares, en un encuentro en el que Estados Unidos y Rusia se negaron a participar. El titular del Washington Post era bien explícito: “El mundo se unió para una cumbre virtual de vacunas. Estados Unidos estuvo notablemente ausente”.

En la crisis actual ha habido un fracaso catastrófico del liderazgo político y diplomático de Estados Unidos

La conclusión parece evidente. Ha habido un fracaso catastrófico del liderazgo político y diplomático de Estados Unidos en la crisis actual que podría costarle caro en vidas e influencia internacional. Al igual que la crisis de Suez de 1956 simbolizó la decadencia final del poder mundial del Reino Unido, el Covid-19 podría marcar el particular "momento Suez" de los Estados Unidos. Según Nathalie Tocci, si esto sucediera, “las consecuencias no se limitarían a la rivalidad entre Estados Unidos y China y la distribución global del poder. Si China, con su sistema político, emerge como un hegemón global, su poder de atracción hacia las democracias liberales puede ser peligrosamente irresistible”.

2. China ha tratado de ocupar el papel de liderazgo mundial

En ausencia de los Estados Unidos y los grupos multilaterales, China ha visto una ventana de oportunidad para ampliar su ámbito de influencia mundial, pero ha sido menos eficaz de lo que esperaba. Si realizamos una comparativa sobre la actuación de los presidentes norteamericano y chino, comprobaremos que ambos acumulan errores relevantes o malas actuaciones, pero progresivamente el líder chino supo rectificar y, ante la ausencia mundial de los EEUU, acabar por asumir un rol protagonista relevante.

Comparativa de las actuaciones de los presidentes Trump y Xi-Jimping ante la crisis
Comparativa de las actuaciones de los presidentes Trump y Xi-Jimping ante la crisis (Fuente: elaboración propia)

Más aún, cuando ningún estado europeo respondió al llamamiento urgente de Italia solicitando equipos médicos y equipos de protección, China se comprometió públicamente a enviar 1.000 ventiladores, dos millones de máscaras, 100.000 respiradores, 20.000 trajes protectores y 50.000 kits de prueba. China también envió equipos médicos y 250.000 mascarillas a Irán y envió suministros a Serbia. Y el cofundador de Alibaba, Jack Ma, prometió enviar grandes cantidades de kits de prueba y máscaras a los Estados Unidos, así como 20.000 kits de prueba y 100.000 máscaras a cada uno de los 54 países de África. Otros países, como la República Checa, Francia, Grecia y España, también expresaron su agradecimiento por la ayuda china.

Además de la demostración de "soft power" por parte de China, conviene no olvidar que China es también el principal productor mundial de máscaras quirúrgicas, fabrica la mitad de los respiradores N95 críticos para proteger a los trabajadores de la salud y suministra el 97% de todos los antibióticos que se consumen en Estados Unidos, mientras que la Reserva Nacional Estratégica de EEUU tenía tan solo un 1% de máscaras y respiradores y un 10% de los ventiladores necesarios para hacer frente a la pandemia.

A pesar de ello, China tal vez no esté ganando más liderazgo global. Pero lo que parece seguro es que EEUU lo está perdiendo rápidamente. Dominique Strauss-Kahn, exdirector general del FMI, lo formulará así: “China no está en condiciones de ejercer (todavía, –añadiría yo–) un liderazgo mundial, pero no es seguro que Estados Unidos siga siendo capaz de hacerlo".

El vacío de liderazgo global se hace especialmente inquietante en un momento en que en la lista de problemas mundiales se acumulan las urgencias

3. La deriva hacia un mundo sin liderazgo

Justamente, la insuficiencia de uno y la incompetencia y desidia del otro gigante acentúan y aceleran otra tendencia: la deriva hacia un mundo sin liderazgo.

Esta tendencia, como venimos afirmando, no es nueva. Con mucha anterioridad, Niall Ferguson ya auguraba "el fin del poder" (2004), Daniel Drezner se preguntaba si nos estábamos moviendo hacia la apolaridad (2007), Ian Bremmer escribía un libro sobre la inminencia de un mundo G-Cero (2011) y Arvind Subramanian y Josh Felman (2019) se han referido explícitamente a un mundo G-Menos-2 en el que el mundo G1 dominado por los EEUU ya no existe, y el sistema G2 en el que EEUU y China compartían responsabilidades hegemónicas ahora se está desvaneciendo en la memoria. El vacío de liderazgo global se hace especialmente inquietante en un momento en que en la lista de problemas mundiales se acumulan las urgencias.

4. El declive del multilateralismo

La ausencia de liderazgos globales alimenta a su vez el declive del multilateralismo. Las Naciones Unidas han sido completamente marginales; la OMS ha sido débil e ineficaz, sin tener autoridad para implementar medidas tangibles; el G7 y el G20 han sido totalmente inútiles a la hora de impulsar medidas coordinadas; la Unión Europea no ha estado ni unida ni ha sido solidaria entre sus miembros, y las fronteras de la zona Schengen se han cerrado. En definitiva, cada país ha seguido su propia agenda.

La ausencia de liderazgos globales alimenta a su vez el declive del multilateralismo

El riesgo real es que una larga crisis destruya la cooperación internacional, entre los aliados occidentales y entre Estados Unidos y China, y deje un mundo más anárquico en el que todos estén en contra de todos. En definitiva, los grandes poderes mundiales (EEUU, la UE, incluso China) surgirán debilitados internamente de la pandemia, lo que socavará aún más su capacidad de proporcionar liderazgo global.

5. Del desacoplamiento a la desglobalización

A medida que salgamos de la crisis, habrá cada vez más llamadas por parte del presidente Trump para "desacoplarse" de China, es decir, se intentará revertir la globalización de las últimas dos décadas tal y como la hemos conocido.

Propongo contemplar tres escenarios posibles sobre el futuro de la globalización:

a) Una globalización ralentizada o "slowbalisation"

Se mantendría, aproximadamente, la actual situación caracterizada por una marcada reducción de la inversión directa en el extranjero, disputas comerciales no resueltas, más tensiones geopolíticas, reducción de los préstamos bancarios y aumento de las políticas proteccionistas. El proceso de globalización se sustentaría, especialmente, en su dimensión blanda, en buena medida debido a las variables de información, tecnología y ciencia, aunque otras variables blandas como el movimiento de personas, el turismo, la migración, los intercambios educativos o las competiciones deportivas internacionales podrían verse también gravemente afectadas.

Las dimensiones de la globalización
Las dimensiones de la globalización. En color naranja, la dimensión blanda de la globalización con sus distintas variables (Fuente: Real Instituto Elcano, Índice Elcano de Presencia Global)

b) Una globalización selectiva

En realidad, se trata de un eufemismo para intentar desacoplar a China de la economía mundial. Consistiría en pasar de la interdependencia económica y tecnológica a la creación de dos sistemas separados; lo que podríamos denominar “Un mundo, dos sistemas”. Se estaría provocando el paso de la relación cooperativa entre EEUU y China al de un intento de clara desvinculación. Pero a diferencia del anterior período de la Guerra Fría, en este caso la autoría de la construcción del muro de separación no corresponde a la potencia rival, sino al país líder mundial, creador de Naciones Unidas y de las principales instituciones aprobadas en Breton Woods en materia monetaria, comercial y financiera inspirada en la política liberalizadora y librecambista, y que acabaría por convertirse en el principal promotor de la globalización que hoy conocemos.

Conviene recordar que ya con anterioridad a la aparición del coronavirus, el presidente Trump había aprobado un conjunto de medidas que cuestionaban la globalización: negación de visados a estudiantes chinos, prohibición de Trump a las empresas estadounidenses de instalarse en China, bloqueo o restricción a la entrada de empresas chinas, boicot a los sectores tecnológicos chinos (Huawei), ruptura del comercio global con China, aumento de aranceles y sanciones a China, control de inversiones extranjeras, etc.

El impacto de la pandemia ha puesto de manifiesto el alto grado de dependencia de las cadenas de suministro globales

Ahora, el impacto de la pandemia ha puesto de manifiesto la importancia de las necesidades estratégicas nacionales y el alto grado de dependencia de las cadenas de suministro globales. Esto contribuirá aún más a debilitar los argumentos a favor del libre comercio. Según la agencia Reuters (4 de mayo de 2020), "la Administración de Trump está presionando para eliminar las cadenas de suministro globales de China". Esta presión se intentará materializar en una alianza de "socios de confianza" denominada "Red de Prosperidad Económica”, en la que se incluirían a países como Australia, India, Japón, Nueva Zelanda, Corea del Sur y Vietnam para "hacer avanzar la economía mundial", según el secretario de Estado Mike Pompeo. En realidad, el objetivo es –como decíamos– intentar desacoplar a China de la economía. Este desacoplamiento se concentra en cuatro ámbitos:

  1. Desacoplamiento de los sectores tecnológicos estratégicos (los semiconductores, la computación en la nube y 5G)
  2. Desacoplamiento en la actividad económica, financiera, industrial y de servicios
  3. Desacoplamiento rápido en las cadenas de suministro, cierre de instalaciones, traslado de personal
  4. Desacoplamiento en la cooperación científica

En el caso de confirmación de este escenario, durante los próximos meses asistiríamos aceleradamente al tránsito de la cooperación a una mayor rivalidad geoeconómica; de la globalización tal y como la habíamos conocido a la bipolarización o regionalización; de la negociación y establecimiento de acuerdos multilaterales a la negociación de acuerdos preferenciales (o bilaterales); de la liberalización comercial a un claro proteccionismo; y, finalmente, del proteccionismo a una guerra comercial y tecnológica en toda regla.

Durante los próximos meses podríamos asistir aceleradamente al tránsito de la cooperación a una mayor rivalidad geoeconómica

c) La plena desglobalización

En este caso, tanto los efectos económicos, políticos y sociales devastadores de la epidemia como el posible repliegue de las identidades nacionales y el auge populista del “My country first” podrían representar un parón generalizado de la globalización. Expresiones como las del presidente Trump formuladas en la asamblea de Naciones Unidas: “El futuro pertenece a los patriotas, no a los globalistas”, reafirmarían este escenario.

6. Ascenso del soberanismo estatal y fortalecimiento de los estados

Es probable que muchos estados adopten una línea más sólida para garantizar que las economías nacionales puedan proporcionar suministros básicos sin depender de proveedores extranjeros. Un enfoque nacional mucho más fuerte podría reforzar los movimientos nacionalistas proteccionistas (cierre de fronteras, reducción de la inmigración, construcción de muros, imposición de aranceles) y debilitar aún más el multilateralismo.

El mayor protagonismo del poder público en la gestión de la crisis podría ahora verse reflejado en distintos indicios: la recuperación del control de la salud pública, el mayor control de las fronteras (seguridad), un mayor seguimiento de las poblaciones (sanidad), una mayor intervención y participación en el mercado (economía), un mayor autoritarismo digital (vigilancia, detección, represión), una prolongación de los estados de emergencia o de alarma, la tentación de acumulación de poderes o un cierto autoaislamiento nacional.

Curiosamente, el National Intelligence Council (NIC) de los EEUU, institución dedicada al análisis estratégico a largo plazo para detectar tendencias clave del futuro, publicó un informe en 2017 titulado Paradox of progress en el que, para hacer creíbles los eventos venideros, presentaba noticias “ocurridas” en el futuro y sus consecuencias. Una de ellas era esta: “La pandemia mundial de 2023 redujo drásticamente los viajes mundiales en un esfuerzo por contener la propagación de la enfermedad, contribuyendo a la desaceleración del comercio mundial y la disminución de la productividad”.

Tres posibles escenarios futuros: Islas, Órbitas y Comunidades
Tres posibles escenarios futuros: Islas, Órbitas y Comunidades (Fuente: National Intelligence Council - NIC, 2017)

Los efectos de este tipo de eventos justificaban que el mundo se decantara hacia un escenario denominado “Islas”, caracterizado por largos períodos de crecimiento lento o nulo, dificultades de gobernanza, rechazo popular a la globalización, reducción del multilateralismo y de la cooperación internacional, adopción de políticas proteccionistas, aumento de la inestabilidad, con un mundo más defensivo y segmentado, convirtiéndose los países en "islas" en un mar de volatilidad.

7. El auge de Eurasia

Por último, parte de las consideraciones y escenarios comentados anteriormente contribuirían también a acrecentar aún más el auge de Eurasia (no solo China) y el progresivo declive de Occidente. Está por ver, además, si la desoccidentalización implicará también más deseuropeización. Y, al contrario, si una rápida deseuropeización, en caso de producirse, acabaría por rematar el declive occidental.

En cualquier caso, este desplazamiento mundial hacia Eurasia ocurre sin que la Unión Europea disponga de un proyecto geopolítico para una región –la mayor y más importante del mundo– de la que forma parte.

Mientras la marea siga bajando, cuatro cuestiones de orden geopolítico seguirán abiertas:

  1. ¿Consolidará China su posición de "global player" a partir de su gestión de la crisis del Covid-19?
  2. ¿Tendrá EEUU capacidad de reacción y asumirá de nuevo el liderazgo global que mantuvo durante las últimas décadas?
  3. ¿Mantendrá todavía la UE una vocación asertiva de liderazgo geopolítico?
  4. ¿Sobrevivirán los países emergentes?

Aunque de momento no tengamos respuestas a esas preguntas, sí que tenemos por delante tareas urgentes. Necesitamos encontrar rápidamente una vacuna, debemos aumentar la capacidad sanitaria de todos los países afectados, tenemos que prepararnos bien para una probable segunda y tercera oleada de contagios y nos urge comenzar a restaurar las economías hundidas. Para todas esas tareas la coordinación y la cooperación globales siguen siendo imprescindibles.

El origen de este articulo responde a una amable petición de Esade Alumni en Madrid para impartir una videoconferencia sobre el tema. Quiero agradecer a esta entidad y a sus responsables, Silvia Losada y Xavier Sánchez, por la confianza otorgada.

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