Agile: luces y sombras de un valioso cambio cultural
Es evidente que la Agile no es una moda de gestión, ni sólo una metodología de proyectos.
Agile es una potente herramienta de cambio cultural de la empresa, con gran utilidad para abordar los retos actuales de negocio y gestión de personas.
En este artículo expongo algunas de sus innegables “luces”, si bien profundizaré más en sus “sombras”, ya que creo no siempre son tan conocidas y pueden poner en riesgo su implantación exitosa.
Beneficios conocidos y otros por explorar
Tras 20 años del Manifiesto Agile sus beneficios están más que contrastados: más rapidez y flexibilidad en las decisiones, innovación más eficaz al escuchar mejor a los clientes, eficiencia en el uso de recursos a través del concepto de mínimo producto viable, mayor colaboración multidepartamental y rotura de silos, eliminación de jerarquías o potenciación del espíritu intraemprendedor al facilitar la prueba de nuevos conceptos, entre otros.
Es una filosofía que va más allá de un mejor sistema de gestión de proyectos y supone una positiva revolución en la forma de trabajar y organizarse.
Además, todavía está lejos de alcanzar su madurez, ya que pocas compañías han alcanzado la organización 100% agile, como detalla McKinsey en su informe El viaje hacia una organización Agile.
Riesgos de Agile: ¿los conocemos y gestionamos correctamente?
Esta frase se repite mucho entre los agilistas: “los métodos ágiles son fáciles de entender, pero muy difíciles de aplicar”.
Debemos conocer sus sombras para gestionarlas con inteligencia y evitar su fracaso prematuro: cultura organizativa no preparada, aumento excesivo del estrés de los participantes en proyectos agile, falta de habilidades en roles clave, terminología compleja y demasiado técnica, fracasos de algunos pilotos que generan dudas en la metodología o confundir Agile con velocidad sin rigor ni calidad.
Me centraré en algunos de los riesgos que, en mi experiencia, son más críticos para que Agile se asiente con solidez en el día a día corporativo.
¿Está suficientemente madura nuestra cultura organizativa?
Más allá de las certificaciones o la asignación de roles en Agile —y como en toda transformación—, el primer paso necesario es analizar si nuestra organización está culturalmente preparada e identificar proyectos o equipos susceptibles de algún piloto que tenga buenas probabilidades de éxito.
Los éxitos tempranos son importantes porque seguro que existen escépticos y personas que prefieren las inercias del pasado, los proyectos paso a paso, a probar métodos novedosos.
Si hoy no estamos preparados es mejor ser realistas, evaluar si realmente es prioritario para nuestra estrategia y en caso afirmativo empezar “abonando el terreno”.
¿Agile está generando demasiado estrés?
Este es, en mi opinión, uno de sus grandes riesgos.
Existen muchas evidencias de que Agile puede aumentar el estrés en algunas personas hasta niveles insanos. Sobre todo, porque estos proyectos en formato sprint suelen añadirse a unas cargas de trabajo regular ya de por sí elevadas y exigen una tremenda flexibilidad y priorización en las agendas semanales.
Este posible burn out debe anticiparse para evitar impactos relevantes en personas (bajas laborales, desmotivación, riesgo de rotación voluntaria...), resultados (peor calidad, incumplimiento de plazos…) y la credibilidad interna de esta metodología.
¿Tenemos a las personas en roles clave bien preparadas y motivadas?
Es importante tener un equipo interno técnicamente bien preparado. No obstante, en muchos proyectos es recomendable el apoyo de mentores o agile coaches. Personas con sólida y rica experiencia Agile previa, que detecten riesgos y oportunidades y tiren el proyecto para arriba en los días bajos de toda transformación.
¿Hemos logrado la implicación real del cliente?
No siempre el cliente (interno o externo) es suficientemente colaborativo con sus opiniones, ni entiende que Agile exige más involucración inicial suya para lograr a posteriori una mejor satisfacción de sus necesidades.
Hoy las organizaciones ya no son máquinas que debemos optimizar. En esta era digital las compañías son organismos vivos donde la agilidad y el talento deben fluir para surfear la disrupción y mejorar la flexibilidad, innovación, competitividad y fidelización de empleados y clientes.
En este complejo y apasionante viaje de transformación, de retos y oportunidades, la cultura Agile es una pieza fundamental que ha venido para quedarse. Gestionemos bien sus riesgos para aprovechar mejor su innegable potencial e impacto.
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