5 gráficos que desvelan quién sufrirá el impacto de esta crisis

(y alguna pista sobre qué podemos hacer para aliviarlo)

Jorge Galindo

La crisis económica producida por la epidemia llegó casi tan rápido como el virus se propagó en el mundo. Antes incluso de que empezasen las medidas de confinamiento, el shock gemelo en oferta y demanda era anticipado por mercados y analistas internacionales, al mismo tiempo que se empezaba a notar en la vida cotidiana de empresas, trabajadores y hogares.

Ahora que parece que tanto la crisis como la epidemia están con nosotros para quedarse por un tiempo, es el momento para desbrozar las cuestiones de quién se ve más o menos afectado por la nueva situación. Y aunque es pronto para responder de manera fehaciente (necesitaremos recoger más datos en los próximos meses, con instrumentos como la Encuesta de Población Activa o la Encuesta de Condiciones de Vida), tanto los datos del pasado como alguno del presente nos dan algunas pistas bastante claras: es probable que el efecto negativo de la presente crisis económica sea notablemente mayor entre las capas más vulnerables de la población.

Concretamente, en las personas de menor nivel de renta, y las más jóvenes, de reciente incorporación al mercado laboral, con particular atención a aquellas que tengan menos estudios alcanzados. De confirmarse, necesitaremos una batería de políticas adecuadas para proteger en la medida de lo posible a estos segmentos.

Las lecciones del pasado…

La Gran Recesión (que en realidad aunó dos caídas secuenciadas, produciendo una crisis/recuperación en forma de W: la GR propiamente dicha en 2008-2009 y la subsiguiente crisis de deuda pública entre 2010 y 2013) supuso uno de los mayores fenómenos de destrucción de ingresos en la historia reciente de España. Como tal, alberga enseñanzas que deberíamos incorporar a nuestra manera de leer la crisis actual.

En primer lugar, los datos de la Encuesta de Condiciones de Vida dejan claro que, en términos relativos, las clases medias y acomodadas perdieron menos (y lo han recuperado todo) que las capas bajas de la distribución de ingresos.

Gráfico 1. Destrucción de renta por deciles

test gráfico 1

Un efecto colateral de esta modificación de los umbrales de renta para cada decil de la distribución fue una mayor asimetría en los años inmediatamente posteriores a la crisis. De hecho, los indicadores de desigualdad indican que España (que en cualquier caso ya partía de niveles elevados para el contexto europeo) no ha recuperado una parte del terreno perdido cuando ya se está enfrentando a la siguiente fase negativa del ciclo.

Tampoco lo ha hecho en la otra gran brecha que divide a la población española: la existente entre generaciones. La caída de ingresos para las personas menores de 30 años, en particular las mujeres, fue particularmente profunda en los años de la Gran Recesión. Y, de nuevo, la recuperación ha dejado el abismo más cerca de donde quedó tras la crisis, que de donde estaba antes de 2008.

Gráfico 2. Destrucción de renta por edad y sexo

test 2

Este punto de partida es particularmente preocupante ante una recesión que, a diferencia de la anterior, podría penalizar más a las mujeres, como elaboró Claudia Hupkau en este Policy Insight.

Lo que hay detrás de estos números es, en no poca medida, la enorme capacidad de la economía española de destruir puestos de trabajo en las partes bajas del ciclo. Sabemos, por experiencia y por análisis macro, que en España los ajustes en la oferta se producen a través de la desaparición de empleos (sea por despidos, o por cierre de empresas, particularmente pequeñas).

El rasgo definitorio de dicha desaparición es, una vez más, su asimetría: si volvemos a la Gran Recesión y comparamos el ritmo de destrucción de puestos de trabajo según tipo de contrato y edad, la imagen que deja habla por sí sola.

Gráfico 3. Caída EPA por tipos de contrato y edad

test gráfico 3

…y los indicios del presente

Aunque (al funcionar por trimestres) la Encuesta de Población Activa todavía no ha producido datos relevantes para entender la presente crisis, los datos de afiliaciones a la Seguridad Social y de registro de contratos ante el Estado nos empiezan a dar pistas que apuntan en la misma dirección que el gráfico anterior.

Hasta abril al menos, la destrucción de contratos fue sustancialmente mayor entre los temporales menores de 40 años que entre los indefinidos mayores de esa edad (donde apenas hubo, de hecho, destrucción alguna). Y, aunque suponen una porción de la fuerza de trabajo mucho menor, la caída de los contratos de formación y prácticas es aún más profunda. 

Gráfico 4. Destrucción de afiliaciones por edades

test 4

La España de 2020 no es idéntica a la de 2008: entre medias ha vivido no solo una doble recesión sino también toda una serie de reformas, particularmente en el ámbito laboral. Así que la forma de la segmentación es distinta.

Esta semana, el Banco de España publicaba un completo informe analizando las nuevas formas de la brecha generacional de renta. Un gráfico destaca:

Gráfico 5. Nuevos perfiles de temporalidad

Nuevos perfiles Covid-19

Según esto, la incidencia de la temporalidad se ha reducido (en línea con lo pretendido por la reforma laboral de 2012, que redujo marginalmente la diferencia de costes asociados con los contratos indefinidos y temporales). Pero el tiempo medio de los contratos temporales que siguen existiendo ha disminuido. Y, sobre todo, se ha multiplicado la presencia del tiempo parcial. Esta sería, a grandes rasgos, la nueva forma de la precariedad entre el mismo colectivo de siempre: los recién incorporados al mercado laboral.

A todo ello hay que sumar el volumen (difícil de medir, pero sin duda importante) de trabajadores en la informalidad dentro de nuestras fronteras (muchos de ellos, de hecho, migrantes, con el añadido de desprotección que ello implica). En no pocos casos coinciden todas las variables (informalidad o precariedad contractual, juventud y bajo nivel de renta), dibujando perfiles de vulnerabilidad particularmente expuestos al golpe que ya nos ha alcanzado.

Las medidas necesarias

El sistema de protección y bienestar en España no está particularmente diseñado para proteger a estos grupos poblacionales. El énfasis en la regulación y en las partidas de gasto recae en los trabajadores indefinidos, en muchos casos ya plenamente insertados en las clases medias (para un análisis exhaustivo, véase El muro invisible (Debate, 2017), libro del que soy coautor).

Este sesgo se aprecia también en la presente crisis, al menos en sus primeras etapas. El análisis de Florentino Felgueroso, José Ignacio García Pérez y Sergi Jiménez a principios de abril calibraba cifras gruesas: con la primera serie de medidas reacción a la crisis, más de un millón de trabajadores podrían quedar desprotegidos ante el shock.

Las medidas han seguido llegando, y esta misma semana se presenta el plan de Ingreso Mínimo Vital, pero la estructura del sistema de bienestar en España sigue dificultando la protección precisamente de estos segmentos vulnerables.

Desde EsadeEcPol hemos puesto sobre la mesa tres tipos de mecanismos que, aún encajando en el ordenamiento existente, supondrían una ampliación muy significativa de la cobertura de protección. A la propuesta de renta básica elaborada aquí por Toni Roldán, Claudia Hupkau y Carlos Victoria se suman las llamadas a nuevas medidas de conciliación adaptadas a la coyuntura actual, y la necesidad de poner el foco en las porciones más precarias de nuestra fuerza laboral mediante políticas que no dependan necesariamente de los derechos adquiridos durante la vida laboral. Necesitamos, en definitiva, medidas más ágiles e inclusivas para que en esta crisis no vuelvan a perder los mismos que ya salieron perdiendo en las anteriores.

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