La polarización afectiva en España: bloques ideológicos enfrentados
Autor: Lluís Orriols, profesor titular en el departamento de ciencias sociales de la Universidad Carlos III de Madrid
Este Policy insight forma parte de la línea de investigación Polarización, dirigida por Sandra León. Descargar el informe en pdf |
Resumen ejecutivoLa polarización afectiva (definida como la distancia emocional entre el afecto que despiertan quienes simpatizan con nuestras mismas ideas políticas en contraposición con el rechazo hacia quienes tienen opiniones distintas) tiene efectos adversos para el buen funcionamiento de nuestras democracias:
En definitiva, la polarización afectiva genera un clima de opinión que facilita el mal gobierno. En España, hoy estamos más polarizados en términos afectivos que hace dos décadas: las distancias en la probabilidad de voto entre el partido que se vota y el resto de partidos (ponderándolos por su tamaño) ha crecido en un 50% (de 5,3 a 7,8 en una escala de 1 a 10). Esta dinámica ha tenido distintos momentos en los últimos años: primero, el crecimiento de la polarización afectiva se produjo dentro del bloque de izquierda; después emergió por la derecha. En ambos casos coincidió con el surgimiento de partidos en cada extremo del espectro (Podemos primero; Vox después). Aunque durante los primeros meses de 2020 se reduce de manera importante la polarización interna de cada bloque ideológico, la polarización en general se mantiene estable o incluso aumenta. Estos movimientos opuestos señalan que los sentimientos de afecto y rechazo en la política española se estructuran cada vez menos en términos de trincheras partidistas y más en términos de trincheras ideológicas. Las afinidades con los partidos del mismo bando parecen aumentar a la par que crece la animadversión hacia los partidos de la otra orilla ideológica. Esta situación emergente subraya el dilema que existe entre gobernabilidad y consenso:
En definitiva, puede que esta polarización de bloques facilite la estabilidad de los gobiernos, pero a costa de la inestabilidad en las políticas públicas que estos ejecuten. En cualquier caso, es imprescindible subrayar que el rechazo de los ciudadanos hacia los partidos rivales está en parte condicionado a las estrategias de los partidos. Cuando estos alcanzan acuerdos se reduce la polarización afectiva entre sus votantes y cuando entran en conflicto ocurre lo contrario. En efecto, en los datos se aprecia esta relación: cuanto mayor es la polarización ideológica de los partidos (medido como la distancia en las posiciones ideológicas percibidas por los votantes), mayor es la polarización afectiva de los votantes. La polarización de la opinión pública no es, pues, un atributo inmutable de la sociedad, sino que es algo moldeable, especialmente desde los discursos de las élites partidistas, que pueden decidir con ello si favorecen o dificultan la búsqueda de reformas más consensuadas y duraderas. |
Existe la creencia generalizada de que la política española se encuentra en una fase marcada por la hostilidad, los vetos cruzados y la negación de los adversarios políticos como interlocutores legítimos. La política siempre conlleva cierto grado de conflicto, pero, según varios expertos, tanto España como otras democracias de nuestro entorno están inmersas en un proceso de polarización en el que los ciudadanos son cada vez más proclives a sentir rechazo hacia quienes no piensan (o votan) lo mismo.
Pero ¿hasta qué punto se está polarizando la sociedad española? ¿Los ciudadanos muestran hoy un mayor rechazo a sus adversarios políticos, tal y como suele afirmarse en el debate público? En este documento pretendo analizar cómo ha evolucionado en los últimos años la polarización de carácter más emocional (de aceptación o rechazo a los partidos políticos rivales). Para responder estas preguntas es útil centrarse en lo que los politólogos han llamado polarización afectiva, esto es, el grado de simpatía que nos genera el partido que votamos comparado con el rechazo que nos provocan el resto de formaciones políticas.
¿Qué es la polarización afectiva?
Aunque el concepto de polarización está cada vez más presente en el debate público, su significado a menudo genera cierta confusión. Esto se debe a que cuando hablamos de polarización podemos estar refiriéndonos a tres fenómenos distintos. En primer lugar, la polarización significa la disparidad de posiciones políticas que tienen los ciudadanos. Desde esta perspectiva, una sociedad polarizada es aquella en la que conviven opiniones heterogéneas y antagónicas sobre las diferentes cuestiones políticamente relevantes. Este primer enfoque es el que tomó el anterior informe de EsadeEcPol a cargo del sociólogo Luis Miller. En su trabajo Miller concluía que los españoles se habían polarizado en los últimos tiempos, pero sus discrepancias no eran tanto en las políticas públicas concretas como en cuestiones más relacionadas con la identidad (ya sea la ideología o el nacionalismo).
En segundo lugar, la polarización también hace referencia a la divergencia de planteamientos ideológicos y programáticos de los partidos políticos. En este sentido, cuando hablamos de que la política española se está polarizando, queremos decir que los partidos presentan posiciones políticas cada vez más opuestas entre ellas. Cierto grado de polarización ideológica entre los partidos puede considerarse como algo deseable, pues ofrece un menú más variado a los ciudadanos a la hora de votar y permite que en los parlamentos haya un mayor número de sensibilidades políticas representadas. En otras palabras, la diversidad de opciones políticas puede considerarse deseable si con ello se logra que el parlamento sea un espejo más fiel de los distintos puntos de vista que existen en la sociedad.
La creciente polarización afectiva deteriora la cooperación entre ciudadanos, la confianza hacia las instituciones y la legitimidad de los gobiernos
La tercera y última forma de entender la polarización es más de carácter emocional o psicológica. En este caso, no se refiere a la divergencia en las propuestas políticas que tienen los ciudadanos o los políticos, sino a la animadversión que sienten los ciudadanos hacia quienes no son parte de su colectivo (ya sea ideológico o partidista).
La polarización afectiva se define así como la distancia emocional entre el afecto que despiertan quienes simpatizan con nuestras mismas ideas políticas en contraposición con el rechazo hacia quienes tienen opiniones distintas. Existen motivos para preocuparse ante la creciente polarización afectiva, pues esta tiene importantes efectos adversos para el buen funcionamiento de nuestras democracias: deteriora la cooperación entre ciudadanos, la confianza hacia las instituciones y la legitimidad de los gobiernos. La desconfianza y rechazo entre adversarios políticos puede incluso generar la parálisis o bloqueo de las instituciones. En definitiva, la polarización afectiva genera un clima de opinión que facilita el mal gobierno.
La polarización afectiva en España: algo no necesariamente nuevo
El estudio de la polarización afectiva se ha centrado muy particularmente en el caso de los Estados Unidos, donde los expertos han constatado una creciente animadversión mutua entre votantes demócratas y republicanos. Sin embargo, las (aún escasas) investigaciones existentes sobre polarización afectiva fuera de los Estados Unidos indican que este fenómeno no es idiosincrático de ese país, sino que también está presente con igual o mayor intensidad en muchas democracias parlamentarias europeas. De hecho, los trabajos suelen señalar que la polarización afectiva (la divergencia entre la afección al partido que se simpatiza y el rechazo hacia el resto de partidos rivales) es particularmente intensa en el caso de España, siendo esta superior a la de países como Francia o Alemania e incluso de Estados Unidos (Gridon, Adams, Horne 2020).
Nuestro conocimiento sobre polarización afectiva en España es escaso y los datos que existen son posteriores a la ruptura del sistema de partidos de 2015, lo que no nos ayuda mucho a saber hasta qué punto se ha agudizado en los últimos años. Analizar con rigor la evolución de la polarización en España es difícil porque las encuestas de nuestro país no suelen incluir la pregunta más usada por los académicos expertos en esta cuestión: la que mide la simpatía que generan los distintos partidos en una escala de 0 (me disgusta mucho) al 10 (me gusta mucho).
La polarización afectiva genera un clima de opinión que facilita el mal gobierno
Sin embargo, existen estrategias alternativas para analizar este fenómeno. En un trabajo reciente que he realizado con Sandra León para la revista South European Society & Politics usamos dos medidas distintas para capturar esa animadversión entre votantes de distintos partidos. En concreto, usamos la valoración de los líderes (en la escala 0-10 similar a la de arriba) y la probabilidad de voto (también en una escala de 0 -no votaría nunca- a 10 -lo votaría siempre).
Ciertamente, tanto la valoración de líderes como la probabilidad de voto no preguntan directamente sobre la simpatía que generan los distintos partidos (o sus votantes), pero creemos que son una fórmula razonablemente eficaz para medir la lógica que hay detrás del concepto de polarización afectiva: la disonancia existente entre la afección hacia el partido con el que se simpatiza y el rechazo que se siente hacia el resto de partidos.
Así pues, en este documento utilizo la valoración de líderes y la probabilidad de voto como medidas de afección/rechazo a los partidos políticos usando el catálogo de datos del CIS. Aunque existen distintas formas de calcular la polarización afectiva, en los gráficos que presento a continuación se ha usado el método de Reiljan (2020), el cual agrega las distancias entre la simpatía que despierta el partido que se vota y el rechazo al resto de partidos ponderándolos por el tamaño de cada partido (es decir, adoptando la lógica que hay detrás del cálculo de la desviación estándar ponderada). Por lo tanto, la medida va a dar mayor peso a la distancia emocional (o rechazo) que siente un votante del PP hacia el PSOE que la que siente hacia Ciudadanos o Podemos, pues estos dos últimos son partidos más pequeños.
El gráfico 1 muestra la evolución de la polarización afectiva (medido con propensión de voto y valoración de líderes) desde 2000 hasta 2019 usando las encuestas electorales del CIS y tomando en consideración todos los partidos de ámbito nacional con representación parlamentaria. Del gráfico se desprende que en las últimas dos décadas ha aumentado la polarización, aunque de forma más acusada si usamos la medida de probabilidad de voto. En este último caso, la polarización ha ascendido de 5,3 a 7,8. Es decir, las distancias en la probabilidad de voto entre el partido que se vota y el resto de partidos (ponderándolos por su tamaño) ha crecido 2,5 puntos. Se trata, sin duda, de un aumento muy considerable.
En el caso de la medida que usa la valoración de líderes podemos observar unos niveles menores de polarización afectiva y un aumento más modesto a lo largo del período. El motivo de encontrar una menor polarización con esta medida no se debe tanto a que los españoles rechacen menos a los líderes de los partidos que no votan, sino a que valoran de forma mediocre incluso a los líderes del partido que simpatizan. En cierto modo, la alta desafección política y el descrédito generalizado de la clase política en nuestro país provoca que exista una menor polarización afectiva cuando se mide a través de la popularidad de los líderes.
Así pues, existe evidencia que confirma que hoy estamos más polarizados en términos afectivos que hace veinte años. Sin embargo, no está claro en qué momento concreto se produjo este aumento. Si nos centramos en la polarización afectiva usando la probabilidad de voto se constata que esta creció antes de la ruptura del sistema de partidos.
Hoy estamos más polarizados en términos afectivos que hace veinte años
La creciente polarización en España sería pues un fenómeno no tan nuevo, sino que se inició durante los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero. Durante sus años de mandato, a los que algunos analistas han descrito como “los años de la crispación” (Fundación Alternativas 2007), estuvieron marcados por un progresivo rechazo mutuo entre votantes del PP y del PSOE. La llegada de nuevos partidos no parece haber intensificado la polarización afectiva en nuestro país, sino que se ha mantenido esencialmente estable.
La conclusión cambia si nos centramos en la valoración de líderes, pues con esta medida sí parece que la polarización afectiva se intensifica justo con el fin del bipartidismo y la entrada de las nuevas formaciones políticas en el escenario político. En cambio, durante las dos legislaturas de gobierno de Zapatero no se produjeron cambios relevantes.
La polarización afectiva tras el fin del bipartidismo (2015-2020): de la trinchera partidista a la trinchera ideológica
En el gráfico 1 mostrábamos la evolución de la polarización afectiva desde una perspectiva temporal amplia de dos décadas para mostrar que en efecto esta es hoy mayor que en el pasado. Vale la pena, no obstante, prestar mayor atención a qué ha ocurrido en los últimos años tras la ruptura del sistema de partidos y la llegada de Podemos, Ciudadanos y posteriormente Vox. Para ello realizamos el mismo ejercicio que en el apartado anterior, pero con los barómetros políticos del CIS durante el período de 2015 hasta 2020.
El gráfico 2 muestra la evolución de la polarización afectiva tanto en general (tomando en consideración a todos los partidos de ámbito nacional, como en el gráfico 1) como dentro de cada uno de los bloques ideológicos: izquierda (PSOE, Podemos e IU) y la derecha (Ciudadanos, PP y Vox). Con ello, podemos observar si las tendencias de polarización han sido similares tanto en la derecha como en la izquierda.
Gráfico 2. La evolución de la polarización afectiva general y dentro de cada bloque ideológico, 2015-2020
Del gráfico se pueden extraer tres grandes conclusiones:
En primer lugar, la polarización se mantuvo estable y marcadamente más alta en el bloque de la izquierda durante los primeros años del período. Sin embargo, se produce un cambio de tendencia tras la moción de censura a Mariano Rajoy. Desde entonces, el espacio de cooperación abierto entre Unidas Podemos y el PSOE ha provocado que la animadversión entre los votantes de estos partidos se haya reducido sustancialmente. Solo durante el período marcado por el fracaso de las negociaciones para un gobierno de coalición entre abril y noviembre de 2019 hubo un repunte de esta polarización que posteriormente volvió a caer.
En segundo lugar, la polarización afectiva entre los partidos de la derecha (entonces PP y Ciudadanos) decreció durante los primeros años de la ruptura del bipartidismo, pero empezó a aumentar de forma muy acusada tras la irrupción de Vox. Así pues, la evolución de la polarización en la derecha y la izquierda siguieron sendas opuestas y, como resultado, empezaron a converger sus niveles de polarización a partir de finales de 2018 o inicios de 2019. Desde entonces, el grado de polarización afectiva dentro de cada bloque ya no es tan intenso, aunque la izquierda se mantiene ligeramente por encima.
Los sentimientos de afecto y rechazo en la política española se estructuran cada vez menos en términos de trincheras partidistas y más en términos de trincheras ideológicas
Por último, durante los primeros meses de 2020 se produce un fenómeno interesante: si bien se reduce de manera importante la polarización interna de cada bloque ideológico, la polarización en general se mantiene estable o incluso aumenta. Estos movimientos opuestos señalan una tendencia llamativa de la polarización en nuestro país. Todo indica que los sentimientos de afecto y rechazo en la política española se estructuran cada vez menos en términos de trincheras partidistas y más en términos de trincheras ideológicas. Las afinidades con los partidos del mismo bando parecen aumentar a la par que crece la animadversión hacia los partidos de la otra orilla ideológica.
Desafortunadamente no disponemos de datos durante los meses de pandemia: el CIS dejó de preguntar entonces sobre la probabilidad de voto a los distintos partidos políticos y rompió (de nuevo) la serie de valoración de los líderes enmarcando dicha valoración a “lo que está diciendo y haciendo sobre el covid-19 en estos momentos”. Será interesante corroborar cuando dispongamos de datos si esta tendencia a la polarización de bloques se ha mantenido o incluso intensificado en los últimos meses.
La polarización afectiva por partidos
Una manera alternativa de analizar la polarización afectiva es separándola por partidos y observar por pareados la distancia emocional de los votantes de cada partido hacia los distintos partidos rivales. Con ello podemos comparar, por ejemplo, el rechazo de los votantes socialistas al PP, Ciudadanos o Podemos por separado. Eso es precisamente lo que se pretende mostrar en el gráfico 3.
Gráfico 3: Polarización afectiva en España por pareado de partidos
Existe una clara relación entre polarización afectiva y afinidades ideológicas de los partidos. En efecto, los votantes de los partidos muestran un mayor rechazo hacia los partidos más alejados ideológicamente. El gráfico también deja claro que la polarización afectiva tiene un componente de bloques ideológicos. El rechazo de los votantes de PSOE y Unidas Podemos es marcadamente intenso hacia los partidos de la derecha y modesto entre ellos. Y lo mismo ocurre con Vox y PP con las fuerzas políticas de cada uno de los ámbitos ideológicos. El único partido que se desvía ligeramente de esta polarización de bloques son los votantes de Ciudadanos, pues el rechazo que les provoca Vox es superior al que les suscita PSOE (pero solo si medimos la polarización usando la propensión de voto). De hecho, los votantes de Ciudadanos son quienes están menos polarizados. Incluso el rechazo que sienten hacia Podemos es, en términos comparados, más modesto.
La polarización es más intensa entre los votantes de partidos más extremos
Otro hallazgo interesante es que los votantes del PSOE rechazan más a Podemos que viceversa, algo opuesto de lo que ocurría a principios de 2015 cuando Podemos articulaba un discurso más de corte populista (casta vs pueblo) y conseguía atraer a una parte importante de los votantes moderados de izquierda. De forma similar, el rechazo que los votantes socialistas tienen al PP es mayor que el de los votantes populares hacia al PSOE.
Finalmente, la polarización es más intensa entre los votantes de partidos más extremos. En efecto, los votantes que muestran de media un mayor rechazo hacia las formaciones políticas rivales son los de Vox y Podemos. Y entre los dos grandes partidos, los socialistas están más polarizados que los populares.
La relación entre la polarización ideológica y la afectiva
De la evolución de la polarización afectiva en la izquierda que mostraba en el gráfico anterior se desprendía una conclusión interesante: el rechazo hacia los partidos rivales es en parte contingente a las estrategias de los partidos. Cuando estos alcanzan acuerdos se reduce la polarización afectiva y cuando entran en conflicto ocurre lo contrario. Es por este motivo que cabe preguntarse hasta qué punto esos sentimientos de animadversión que provoca los partidos rivales se debe a las estrategias de los partidos políticos. ¿Aumenta el rechazo que sienten los ciudadanos hacia los partidos con los que no simpatizan cuando se alejan ideológicamente? Existen motivos más que para creerlo. Sabemos que las élites políticas son capaces de liderar o influir de forma muy determinante en la opinión pública.
Los políticos son conscientes de su capacidad de liderar a la opinión pública y de su responsabilidad de que haya una sociedad más o menos polarizada. Aunque no sea frecuente que lo admitan, recientemente el líder del PP Pablo Casado realizaba esta interesante afirmación en el Congreso de los Diputados el pasado 24 de febrero:
“La tarea que usted [Pedro Sánchez] y yo debemos compartir es ensanchar el espacio de la moderación y hacerlo tan grande como para que los dos podamos ganar dentro de él”.
En esta intervención en el Congreso de los Diputados, Pablo Casado solicitaba al presidente Sánchez reducir la polarización de la oferta política para, con ello, reducir también la polarización social con el fin de que las opciones más extremas perdieran atractivo electoral. En otras palabras, Casado reconocía que los espacios políticos son moldeables y que las estrategias de los partidos pueden tener un papel relevante en el grado de polarización que hay en una sociedad.
Pero, ¿tenemos evidencia de que en España exista una relación entre la polarización ideológica de los partidos y la polarización afectiva de la sociedad? En el gráfico 4 muestro la relación que existe entre la polarización afectiva y la polarización ideológica de los partidos políticos (medido como la desviación estándar ponderada de la ubicación ideológica de los distintos partidos percibida por los españoles en la tradicional escala del 1 al 10) durante el período 2000-2019.
Gráfico 4: Relación entre polarización afectiva e ideológica
Los datos muestran que en efecto existe una relación positiva: cuanto mayor es la polarización ideológica de los partidos (medido como la distancia en las posiciones ideológicas percibidas por los votantes), mayor es la polarización afectiva de los votantes. De este gráfico no se pueden extraer conclusiones robustas de causalidad, pues se limita a mostrar una correlación entre ambos tipos de polarización. Sin embargo, algunos estudios que han abordado esta cuestión usando experimentos indican que en efecto sí existe una relación causa-efecto entre la polarización de las élites y la polarización afectiva de la sociedad.
¿La polarización afectiva llegó para quedarse?
En los últimos años, la polarización dentro de cada bloque ideológico se está reduciendo. En el caso de la izquierda, esta reducción tuvo lugar desde la moción de censura de Mariano Rajoy. En el caso de la derecha, es más reciente, tras un inicial aumento de la polarización con la irrupción de Vox en la escena política.
Sin embargo, la polarización general de la sociedad española no se ha reducido, sino que se ha mantenido estable o incluso ha aumentado. Esto se debe a que la política española se está moviendo hacia una polarización de bloques: el rechazo se estructura cada vez más en torno a izquierda vs derecha en lugar de entre partidos.
La polarización general de la sociedad española no se ha reducido, sino que se ha mantenido estable o incluso ha aumentado
La polarización (ya sea ideológica o afectiva) de la opinión pública no es un atributo inmutable de la sociedad, sino que es algo moldeable, especialmente desde los discursos de las élites. Como Pablo Casado indica, los partidos tienen cierto margen para “ensanchar el espacio de la moderación”, reduciendo la confrontación y potenciando los espacios ideológicos comunes que hay entre los partidos políticos.
Por el momento, la polarización afectiva de bloques ideológicos no parece que vaya a reducirse en los próximos meses. Ciudadanos se encuentra ante una situación crítica tras su intento de recuperar su papel de partido bisagra capaz de alcanzar acuerdos tanto con la derecha como con la izquierda. El fracaso de la operación iniciada con la moción de censura en Murcia y las posteriores deserciones sufridas de una parte de sus cuadros políticos puede llevar al colapso como organización. Las elecciones de la Comunidad de Madrid del próximo 4 de mayo representarán el inicio del nuevo ciclo electoral. Si Ciudadanos deja de ser una pieza necesaria para la conformación de mayorías parlamentarias en Madrid y en el resto del país entonces parece inevitable que se intensifique la política de bloques, en la que el PSOE necesite de Unidas Podemos y el PP de Vox para poder gobernar.
La política española se dirige hacia una dicotomía de etiquetas más ideológicas que partidistas, algo que animará a fomentar, aún más, una polarización afectiva de bloques ideológicos
Ante este contexto es esperable que cada vez veamos una menor animadversión dentro de cada bloque: los votantes de izquierda y derecha percibirán con mejores ojos a los partidos de su mismo espacio ideológico. Pero esta menor polarización interna probablemente se produzca a costa de un aumento de las hostilidades entre votantes de izquierda y derecha. La campaña del PP de Isabel Díaz Ayuso se iniciaba con el siguiente eslogan: comunismo o libertad. Efectivamente, la política española se dirige hacia una dicotomía de etiquetas más ideológicas que partidistas, algo que animará a fomentar, aún más, una polarización afectiva de bloques ideológicos.
Este nuevo escenario político marcado por la polarización de bloques clarifica las alianzas partidistas tras las elecciones, lo que fácilmente puede ayudar a una mayor estabilidad de los gobiernos y a una mayor facilidad de alcanzar acuerdos políticos dentro de cada bloque. Sin embargo, los principales damnificados de este contexto pueden ser los pactos transversales, aquellos acuerdos de políticas y reformas suficientemente sólidos como para que perduren en el tiempo y trasciendan el gobierno de turno. En definitiva, puede que la polarización de bloques facilite la estabilidad de los gobiernos, pero a costa de la inestabilidad en las políticas públicas que estos ejecuten.
Referencias
- Fundación Alternativas (2007). Informe sobre la democracia en España. La estrategia de la crispación. Madrid, Fundación Alternativas
- Gridon, N., Adams, J. y Horne, W. (2018) How ideology, economics and institutions shape affective polarization in democratic polities. Manuscrito pendiente de publicación
- Orriols, L. y León, S. (2021) Affective Polarisation and the battle for the left-wing electorate in Spain: PSOE and Podemos from competition to coalition. South European Society & Politics [En prensa]
- Reiljan, A. (2020) ‘Fear and loathing across party lines’ (also) in Europe: Affective polarisation in European party systems. European Journal of Political Research, vol. 59, no.2, pp. 376-396
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