La libertad de expresión absolutista amenaza los derechos humanos

El caso de Twitter y Elon Musk evidencia que moderación no es lo mismo que censura. Las redes sociales tienen la responsabilidad de respetar la libertad de expresión, pero también de evitar que se vulneren los derechos humanos en su nombre

Rita Mota

Este artículo de Sarah Glozer, Emily Jane Godwin y Rita Mota se publicó por primera vez en The Conversation, con licencia de Creative Commons 4.0. 

Para un hombre que ha amasado una fortuna con los vehículos eléctricos, la adquisición de Twitter ha supuesto una agitada aventura hasta el momento. Poco después de comprar la red social por 44.000 millones de dólares, Elon Musk dijo que “no tenía otra alternativa” que despedir a gran parte de la plantilla de la empresa.  

Ya había sufrido un revés cuando había intentado cobrar a los usuarios de Twitter una cuota mensual por la verificación con el “tick azul” (que hasta ahora no ha llegado a España). Y estos mismos usuarios han de estar también preocupados por los planes de este “absolutista de la libertad de expresión”, tal como Musk se autoproclama, que pretende reducir la moderación de los contenidos.  

La moderación, la revisión y el bloqueo de los contenidos online que son inaceptables han existido desde que existe internet. Y se han convertido en una característica cada vez más importante y sofisticada ante la creciente oleada de discursos de odio, desinformación y contenidos ilegales, por lo que no debería eliminarse a la ligera. 

Cualquier acción que rebaje los filtros, permitiendo que lleguen a nuestras pantallas contenidos más dañinos, puede tener graves consecuencias para los derechos humanos, tanto online como offline

No solo los gobiernos son responsables de la defensa de los derechos humanos; también lo son las empresas

Porque no son solo los gobiernos los responsables de la defensa de los derechos humanos; también lo son las empresas. Y cuando distintos derechos humanos entran en conflicto, como sucede en ocasiones, dicho conflicto debe gestionarse de forma responsable.  

Las redes sociales han demostrado ser un medio muy potente para que personas de todo el mundo reivindiquen el derecho humano a la libertad de expresión —la libertad de buscar, recibir y transmitir todo tipo de informaciones e ideas—.  

Pero la libertad de expresión tiene sus límites. La legislación internacional en materia de derechos humanos prohíbe la propaganda de guerra, así como la apología del odio nacional, racial o religioso que constituya una incitación a la discriminación, a la hostilidad o a la violencia. Ello incluye también las restricciones necesarias para garantizar que se respetan los derechos y la reputación de las personas. 

Así pues, Twitter, al igual que las otras plataformas online, tiene la responsabilidad de respetar la libertad de expresión. Pero igualmente tiene la responsabilidad de no permitir que en nombre de la libertad de expresión se vulneren por completo otros derechos humanos

Al fin y al cabo, a menudo se utilizan contenidos online dañinos para restringir la libertad de expresión de otras personas. A veces, las amenazas online pasan al mundo offline y causan daños físicos y emocionales irreparables.  

A veces las amenazas online pasan al mundo offline y causan daños físicos y emocionales irreparables

En consecuencia, cualquier acción encaminada a eliminar la moderación de los contenidos tiene el riesgo de incumplir las obligaciones corporativas de protección de los derechos humanos. La libertad de expresión sin límites para algunos conlleva inevitablemente la restricción de esta misma libertad en algún otro lugar. Y el perjuicio que causa probablemente no se acaba ahí. 

Musk sostiene que Twitter ahora será una “plaza pública” más democrática. Pero, sin la moderación de sus contenidos, la versión que él tiene de esta ágora puede resultar disfuncional y peligrosa.  

Twitter —como la mayoría de las plataformas de redes sociales— se ha asociado durante mucho tiempo a manifestaciones explícitas de racismo y misoginia, e incluso, tras el cierre de la operación de Musk, se ha registrado una avalancha de tuits racistas. 

Y, aunque Musk nos asegure que Twitter no va a convertirse en un “infierno”, es importante recordar que moderar los contenidos no es lo mismo que censurar. De hecho, la moderación puede facilitar un auténtico diálogo, luchando contra los tuits tóxicos y el spam que con frecuencia perturba la comunicación en las redes sociales. 

¿Amigable para el usuario?  

Además, la moderación supone una garantía. Sin ella, Twitter corre el riesgo de perder usuarios, que pueden abandonar la red en busca de plataformas alternativas que consideren que son más seguras e ideológicamente más aptas

Los anunciantes más valiosos se marchan rápido de los espacios online que consideran divisivos y de riesgo. General Motors fue una de las primeras grandes marcas en anunciar que suspendía temporalmente la publicidad pagada en Twitter, tras la adquisición de la red por Musk. 

Naturalmente, todavía no sabemos exactamente cómo será finalmente la versión Musk de Twitter. Pero hay algunos indicios de que los equipos responsables de moderar los contenidos pueden ser desmantelados en favor de un “consejo moderador”. 

Si Twitter reduce su rendición de cuentas, los contenidos dañinos pueden ser más difíciles de controlar

Si este consejo es similar a la Junta de Supervisión de Meta (antes Facebook), es previsible que se externalicen las decisiones en materia de contenidos a una entidad externa que represente distintos puntos de vista. Pero, si Twitter reduce el control y la rendición de cuentas a nivel interno, los contenidos dañinos pueden ser más difíciles de controlar. 

Esta abdicación de responsabilidades puede llevar a Twitter a incumplir sus obligaciones hacia los derechos humanos, y ello puede tener un impacto negativo tanto para las personas afectadas por los contenidos dañinos como para el enfoque general que adopten las demás plataformas online con respecto a los derechos humanos. 

Así que, mientras un hombre de negocios (muy) rico afirma que va a “liberar” el pájaro azul de Twitter por el bien de la humanidad, también se está haciendo también con el control comercial de lo que se había concebido hasta ahora como un espacio social relativamente democrático. Lo que haga a partir de ahora tendrá importantes ramificaciones para los derechos humanos en la era digital. 

La moderación de contenidos no es, en modo alguno, una panacea, y afirmar que las plataformas de las redes sociales son “árbitros de la verdad” resulta problemático, por muchos motivos. Pero tampoco debemos olvidar el peaje emocional y psicológico que supone para los moderadores de contenidos humanos tener que ver “lo peor de la humanidad” con el fin de proteger nuestras pantallas. Pese a ello, el “saneamiento” de las plataformas sociales no es la respuesta. Internet es un lugar mejor cuando las plataformas más exitosas se comprometen a revisar sus contenidos respetando los derechos humanos en beneficio de todos. 

The Conversation

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