

Confrontar la secularidad con la diversidad

En el marco de un debate internacional sobre formación y diversidad religiosa que se ha desarrollado en Esade ("Jesuit Student Formation and Religious Diversity"), Do Better ha tenido la oportunidad de conocer el punto de vista de Sali Augustine, profesor de la Facultad de Estudios Internacionales de la Sophia University en Tokio. En esta entrevista, Augustine comparte sus reflexiones sobre la formación relativa a Confrontar la secularidad con la diversidad.
DoBetter: En el mundo actual, en que crece a desconfianza entre el mundo occidental y países como Rusia, China y la India, el diálogo intercultural resulta esencial. ¿De qué modo la espiritualidad puede contribuir a este diálogo?
Sali Augustine: El mundo tiene una existencia dividida y lo que tenemos ahora es una sociedad mucho más conectada que en el pasado; es lo que denominamos la “sociedad global”. (Es una multitud de interacciones globales agrupadas bajo el amplio paraguas de la globalización, que van desde la expansión de las influencias culturales y científicas a través de las fronteras hasta la ampliación de las relaciones económicas y empresariales por todo el mundo.) Ahora vivo en el Japón. Y sabemos que el Japón no se abrió al mundo hasta 1860, saliendo de un aislamiento del mundo de casi 250 años. Incluso en el proceso actual de globalización, el mundo se ha dividido de varias formas, como ocurrió durante el período de la Guerra Fría. Ahora, como he dicho, asistimos a una desconfianza creciente en determinadas naciones o regiones y sus ideologías. Pero, si observamos nuestro pasado y el proceso que hemos seguido hasta el presente, podemos ver que se han sucedido varios tipos de diálogo hasta llegar al mundo de hoy.
La conectividad, las redes, las colaboraciones entre países, etc., se han producido a través de diferentes formas de diálogo. Las conexiones de internet (hard y soft) son un modelo de cómo estamos conectados con los distintos países y con las personas, y estas conexiones son el resultado de varios diálogos. Incluso cuando tenemos unas relaciones internacionales anárquicas, se produce la expansión de las influencias culturales y científicas más allá de nuestras fronteras y supone una ampliación de las relaciones económicas y empresariales por todo el mundo. Se están desarrollando negociaciones políticas y económicas a favor de la globalización con ánimo de lucro. Sin embargo, siguen creciendo la desconfianza y las divisiones entre culturas, religiones, grupos ideológicos, pese a nuestros esfuerzos para lograr una sociedad más humana. En consecuencia, el diálogo es esencial, pues fomentará una mayor comprensión de una sociedad caracterizada por la diversidad y unos valores universales.
Pienso que la espiritualidad desempeña un papel importante al contribuir al proceso de diálogo. Nuestro crecimiento para la sociedad moderna es el resultado de pensar cómo podemos mejorar la sociedad para que sea más humana. Por ejemplo, el concepto de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y su implementación en el mundo (aunque con ciertas condiciones y limitaciones) se basa en una comprensión más amplia de los valores humanos, fundamentada en una espiritualidad extendida.
El mundo contemporáneo tiene la imperiosa necesidad de formularse preguntas no solo acerca de los aspectos económicos y políticos de la globalización, sino también sobre los valores, la ética y el sentimiento de pertenencia que configuran nuestra concepción de un mundo mejor. Pienso que una de las cuestiones a tratar es la compartimentación de la espiritualidad basada en las religiones. Hemos de tener una base firme en un camino o tradición espiritual. Pero vivimos en un mundo secular y no podemos negar la secularidad. En este sentido, hemos de concebir una espiritualidad que incluya la secularidad. La religión debe también renovar sus posiciones con vistas a una ‘espiritualidad para la humanidad’. Ello puede contribuir a prevenir la desconfianza, los abusos, las divisiones y la violencia, y proteger la dignidad humana y la vida. Ello exigirá una mayor colaboración de las religiones y de las personas sin ninguna afiliación religiosa para que puedan contribuir también a la espiritualidad para la humanidad.
DoBetter: Aunque el número de creyentes ha seguido creciendo, el número de personas que se consideran agnósticas o ateas también lo ha hecho. ¿Por qué?
Sali Augustine: Algunas predicciones vaticinaban que el mundo sería más secular. Pero lo cierto es que el número de creyentes religiosos está aumentando en todo el mundo, salvo en Europa. Las personas que se apartan de la religión en un contexto monoteísta pueden denominarse agnósticas o ateas, pero pienso que pueden incluirse dentro de grupo de “sin afiliación (religiosa)”, y también están creciendo. Eran un 16% en 2016. En el Japón, por ejemplo, muchas personas se identificarían como “sin afiliación”, más que como agnósticas o ateas. Esto puede entenderse en el contexto japonés, en que la gente no quiere ser atea, sino más bien mantener una equidistancia con todas las religiones y poder participar incluso en alguna función religiosa. Los japoneses que se identifican como “sin afiliación” pueden celebrar su boda en la iglesia y el funeral conforme al rito budista. Ello es típico del estilo secular japonés.
En general, se registra una caída de la observancia religiosa entre la población, como se observa en Europa y en el Japón, que son las regiones económica y socialmente desarrolladas. En cambio, en las regiones donde persisten los conflictos y las desigualdades socioeconómicas, la religión crece. EL analfabetismo religioso y la falta de conocimiento crítico sobre la complejidad de las influencias religiosas hace que en determinas regiones las personas dependan de la religión y de las comunidades religiosas. Por su parte, los planteamientos científicos y críticos han ayudado a crear una sociedad laica, en que se respetan los derechos humanos y la libertad y hay menos dependencia social para alcanzarlos.
Una razón importante que explica este cambio es la posibilidad en sí de poder apartarse de la religión y seguir viviendo en la sociedad, que es vista como una sociedad secular. Ello fue posible cuando se alteraron las condiciones de las creencias en nuestra sociedad. Por ejemplo, los Derechos Humanos protegen nuestro derecho a creer o no. En los países desarrollados, toma forma un nuevo tipo de individualismo “expresivo”.
DoBetter: ¿Cómo describiría las oportunidades y los retos de la diversidad religiosa en el Japón?
Sali Augustine: El Japón puede dejar de ser un país de diversidad religiosa. El Japón contemporáneo es una sociedad laica. Ello puede ser debido a la libertad de creencias religiosas y a la separación de la Iglesia y el Estado, de modo que la intervención del gobierno en los asuntos religiosos es mínima. Existe además un interesante misterio estadístico en el Japón. Si bien su población total es de 126 millones de habitantes, la población de quienes profesan religiosa es una mezcla compleja. Según un estudio realizado por la Agencia de Asuntos Culturales en 2018, el Japón tenía 182 millones de fieles de las distintas religiones en 2016, cifra que supera la de la población total del país. Estos datos se basan en las estadísticas proporcionadas por los propios grupos religiosos. Por otra parte, en la actualidad, una mayoría de japoneses se reconocen dentro de los “no identificados” con ninguna religión institucional. En una encuesta realizada en el Japón, en el marco del International Social Survey Program (ISSP) en 2018 a personas de más de 18 años para preguntarles sobre su fe, solo el 36% afirmaban pertenecer a una religión, mientras que el 62% se identificaban como “sin afiliación”. Ello supone un incremento del 1% desde 2008. Una de las razones de esta combinación misteriosa es que se entremezclan la fe sintoísta (la religión indígena japonesa) con el budismo. Pero la “no afiliación” es un fenómeno moderno, debido en parte a la secularización de la religión y la política a raíz de la Segunda Guerra Mundial, el desarrollo económico, la libertad religiosa y la dependencia de los avances científicos y tecnológicos, tras el cambio que supuso la caída del nacionalismo religioso basado en el Emperador Dios.
Con todo, he observado que en el Japón sigue actuando una espiritualidad laica, como evidente en la disciplina y la ética de la vida social, los valores morales y personales, la responsabilidad de no molestar a los demás, etc. Acaso la religión parezca menos visible, pero pienso que los valores seculares se basan en sus conceptos y su tradición religiosa de base.
Sin embargo, ello también lleva a una fuerte individualización, aislamiento y soledad, que ocasiona casos de depresión psicológica y lleva a algunos a suicidarse.
DoBetter: ¿Cómo ha vivido su integración en la sociedad japonesa? La espiritualidad ¿ha sido un punto de confluencia?
Sali Augustine: Soy originario de la India, un país con todas las religiones y una sociedad muy diversa. Crecí entre hindús y musulmanes y puede establecer interacciones interculturales antes de llegar al Japón. Pero este país me influye con su propia espiritualidad, por sus valores originales, el respeto a la naturaleza, el compromiso por el trabajo, la no interferencia en los demás (meiwaku kakenai = “No molestar a los demás”), etc. Pese a su posición de “no afiliación” a ninguna religión, la honestidad, el respeto al prójimo, la interferencia en la vida de los demás, etc., contribuyen a hacer una sociedad pacífica y armónica. Pienso que tenemos muchas cosas por aprender del Japón, pero al mismo tiempo el Japón puede aprender de los demás a ser un país más multicultural.
El diálogo religioso es un problema em muchos países asiáticos, pero pienso que no solo el diálogo religioso, sino también el diálogo entre la religión y las personas sin afiliación religiosa o laicas es muy importante en el Japón, y creo que es el momento de que el cristianismo desplace su atención hacia ellas.
DoBetter: ¿De qué modo las instituciones jesuitas abordan la diversidad religiosa? ¿Cómo lo hace la Sophia University de Tokio, donde usted trabaja?
Sali Augustine: Sophia tuvo la dicha de recibir a Su Santidad el Papa Francisco en el campus en 2019. El Papa Francisco mencionó en su mensaje a la comunidad de Sophia (estudiantes, padres, profesorado y graduados) que “la tradición ignaciana, sobre la cual se basa Sophia, debería inspirar a profesores y estudiantes a crear una atmosfera que fomente la reflexión y el discernimiento. Ningún estudiante de vuestra universidad debería graduarse sin haber aprendido a elegir, responsable y libremente, lo que en conciencia sabe que es mejor.” Pienso que las instrucciones del Papa se ajustaban a lo que hemos venido manifestando a través de nuestro principio educativo: “Para los demás, con los demás.”
La Sophia University es una universidad católica situada en una sociedad en que solo el 0,3% de la población es católica. Nuestros estudiantes tienen más eco que la media nacional, aunque la mayoría pertenecen a las religiones japonesas o se reconocen como “sin afiliación” religiosa. Con todo, todos los estudiantes deben cursar 4 créditos obligatorios en asignaturas de “humanismo cristiano”. Estas asignaturas se imparten con el fin de que todos los alumnos tengan la oportunidad de reflexionar sobre los valores humanos basándose en una disciplina académica y con el apoyo de la perspectiva cristiana.
DoBetter: ¿Qué relación existe entre espiritualidad y formación?
Sali Augustine: Pienso que es una pregunta muy relevante hoy en día. Yo soy jesuita y he tenido que pasar I por un período de varias formaciones. Como he dedicado largo tiempo a la formación académica, creo que la formación espiritual que recibí durante mi período formativo me ha ayudado a ser yo mismo. Recibí la primera formación espiritual de mis padres y formación religiosa antes de incorporarme a la Compañía de Jesús. Pero las experiencias de realizar ejercicios espirituales de varias formas me ayudaron a comprender la vida, las relaciones, los valores y el sentido. Debo señalar que necesitamos una formación adecuada en espiritualidad para poder crecer. Una formación espiritual escasa puede hacer de nosotros unas personas humanas ingenuas. Pienso que la espiritualidad en parte se cultiva y en parte se proporciona. San Ignacio creía que una buena formación impartida por un buen formador puede hacer crecer a las personas, y lo ponía en práctica. Ello explica por qué los “Ejercicios Espirituales” siguen teniendo valor hoy en día. Cuando la ides que tenemos de nuestra identidad está arraigada en lo divino, más que en la personalidad humana o en las limitaciones físicas, descubrimos un sentido más seguro y completo de nosotros mismos– que facilita la sanación.

- Compartir en Twitter
- Compartir en Linked in
- Compartir en Facebook
- Compartir en Whatsapp Compartir en Whatsapp
- Compartir en e-Mail
Únase a la comunidad Do Better
Regístrese gratuitamente y reciba nuestras recomendaciones y contenido personalizado.