Crisis en los fundamentos de las aseguradoras

Enrique Rueda-Sabater

Este artículo forma parte del ciclo de EsadeGeo sobre dinámicas transformadoras 

La historia de los seguros se remonta a miles de años atrás; tradicionalmente ha sido un negocio conservador que, se podría argumentar, contribuía de una forma significativa a la estabilidad e incluso al bienestar económicos. El cambio climático y la digitalización son dos fuerzas importantes en juego que están afectando prácticamente a cualquier aspecto de la vida, también al ámbito del riesgo empresarial. Estas dos fuerzas están también sacudiendo el sector asegurador y están forzando tanto a los aseguradores como a los compradores de pólizas de seguros (individuos y organizaciones por igual) a repensar sus opciones partiendo de cero, lo que incluye la base actuarial en la que han confiado tradicionalmente las compañías de seguros.

El impacto del cambio climático y de otros acontecimientos de alto impacto e incluso menos predecibles, como la pandemia de COVID-19 que aún estamos atravesando, han sacudido la rentabilidad de las ofertas de seguros contra catástrofes tanto en el caso de los consumidores individuales como en el de las empresas. Los impactos imprevistos han tenido el efecto inmediato de incrementar los pasivos de las aseguradoras y reaseguradoras y, ulteriormente, de afectar tanto las opciones de cobertura como la fijación de precios.

Los siniestros debidos a catástrofes naturales se han incrementado de una forma notable en los últimos años

Las aseguradoras tienen una larga tradición y han tendido a ser un sector muy conservador que emplea agentes para gestionar las relaciones con los clientes y que está regulado por tablas actuariales y parámetros similares. Parte de su tradición conservadora ha consistido en invertir sus fondos en valores de bajo riesgo (en Estados Unidos, por ejemplo, las obligaciones y los títulos a corto plazo representaban el 67% de los activos a finales de 2019 y las acciones suponían tan solo el 13%). En el entorno de tipos de interés bajos que ha persistido durante más de una década esto significa que la rentabilidad de las inversiones para los aseguradores ha sido anormalmente baja y ha presentado retos de mayor entidad a la hora de equilibrar el retorno de las inversiones y los desembolsos, más aún si los desastres naturales resultan en pérdidas superiores a las esperadas.

Los siniestros debidos a catástrofes naturales se han incrementado de una forma notable en los últimos años, probablemente a un ritmo más rápido al previsto en las proyecciones. Datos de Swiss Re sobre siniestros de riesgos asegurados como consecuencia de tormentas, inundaciones e incendios −pero que es probable que sean representativos de la evolución global de los siniestros por catástrofes naturales− muestran aumentos especialmente fuertes a partir de 2005 (utilizando medias de 3 años que finalizan en el año indicado para diluir el impacto de incidencias inusuales durante un mismo año). Si bien no se puede mostrar una relación directa en el caso de los desastres naturales, la tendencia general es considerarlos una consecuencia del impacto del cambio climático.

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La evolución de la cobertura de los riesgos de catástrofe dependerá en parte de la disponibilidad de una “cascada” de reaseguro con pools patrocinados por gobiernos, compromisos de limitación de pérdidas y otras garantías posiblemente en la parte superior. Y en los países donde el gobierno complementa el reaseguro privado, esta opción puede convertirse en más atractiva para determinados tipos de empresas que en aquellos donde no es así.

Al igual que ha sucedido en otros sectores, la tecnología también ha impactado en los seguros, que están en proceso de verse absolutamente afectados a medida que la digitalización y la conectividad van sacudiendo de múltiples formas los fundamentos de los seguros para consumidores. La personalización resulta crucial para atraer a nuevos clientes y retenerlos es un desafío mayor dada la disponibilidad de sitios web comparadores de precios y coberturas, los ratings y los testimonios, a tan solo un clic de distancia para las pólizas más frecuentes como las de vida, hogar o automóvil. Esto está creando un terreno muy fértil para los nuevos competidores, con la aparición de aseguradoras “digital-first” y la entrada de megacorporaciones digitales dominantes en el espacio asegurador que están acelerando su disrupción.

La rápida expansión de fenómenos como el “Internet de las cosas” también ha abierto la puerta a las ofertas de seguros basados en datos con efectos de amplio alcance sobre la cobertura aseguradora y los precios de los seguros y, especialmente, a incrementar el actual ímpetu transformador de los seguros para consumidores, cuya evolución será interesante observar.

Los seguros están en proceso de verse absolutamente afectados a medida que la digitalización y la conectividad van sacudiendo de múltiples formas sus fundamentos

Sin embargo, dado el enfoque de esta serie de Dinámicas Transformacionales, nos centramos en los seguros para empresas, donde la naturaleza y el coste de la cobertura se ha ido transformando con rapidez para convertirse ahora, en muchos sectores, en un ingrediente importante de la gestión estratégica y de riesgos. Naturalmente, algunos de los cambios en curso afectarán tanto a consumidores como a empresas. Los vehículos autónomos son un buen ejemplo: desafiarán los límites existentes de responsabilidad civil por accidentes con vehículos a motor con implicaciones para los consumidores individuales, las grandes empresas propietarias de flotas y todos los demás actores.

De las muchas áreas de cobertura aseguradora para empresas (incluidos diversos tipos de responsabilidad civil laboral), y además de los impactos consecuencia de catástrofes, dos áreas que tradicionalmente no han formado parte de la cartera de coberturas aseguradoras de las empresas están detrás de los importantes aumentos de tarifas que se vienen aplicando recientemente, tal como se muestra en el gráfico (datos del índice Global Insurance Market de Marsh). La primera es la responsabilidad civil profesional, principalmente la relativa a administradores y directivos, que refleja las expectativas crecientes de transparencia, probidad fiduciaria, evitación de conflictos de intereses y, de forma más general, de buen gobierno corporativo que tienen las partes interesadas y los reguladores.

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La segunda es la ciberseguridad y en esta, como es lógico, es en donde los incrementos de tarifas han sido mayores y donde los límites de cobertura se están teniendo que trazar de nuevo. Las formas tradicionales de seguros para empresas (incluido el de lucro cesante, en principio relacionado con la ciberseguridad pero que es independiente en la práctica) no proporcionan cobertura contra la mayoría de los nuevos riesgos derivados de la digitalización de las operaciones empresariales, tanto internamente como en la gestión de los datos de clientes, proveedores o socios comerciales.

La digitalización ha hecho que cualquier empresa esté más expuesta a los ciberataques, que pueden abarcar desde el secuestro de datos de clientes hasta impedir el acceso a sitios web o servicios mediante ataques de “denegación de servicio” o interrumpir o bien desactivar operaciones a través de la introducción de malware en los sistemas informáticos de la empresa. Al margen de los costes de la interrupción, los ciberataques están cada vez más diseñados para proporcionar la base para las demandas de extorsión o rescate, algo que se está viendo facilitado por otro aspecto de la digitalización: las criptomonedas.

Hace tan solo unos años, prácticamente ninguna empresa tenía cibercobertura; el porcentaje de grandes empresas que disponen de algún tipo de cobertura aseguradora contra el riesgo cibernético se ha incrementado con mucha rapidez —con explosiones de compra de cobertura cuando se tiene noticia de incidentes importantes de piratería y cibersecuestro de datos. Se estima que en torno al 75% de las grandes empresas estadounidenses y europeas cuentan con un ciberseguro y un estudio de mercado de Gartner indica que el negocio de los ciberseguros está creciendo a un ritmo del 25% anual, a medida que más empresas lo adoptan y que la cobertura que buscan se extiende.

Se estima que en torno al 75% de las grandes empresas estadounidenses y europeas cuentan con un ciberseguro

Los límites de la cibercobertura son imprecisos. La cuestión de la cobertura bajo las pólizas tradicionales de seguros patrimoniales y de accidentes para siniestros consecuencia de ciberataques o averías era una manifestación de ello; ha sido una zona gris y el objeto de muchas disputas. Como resultado, la mayoría de pólizas nuevas de seguros patrimoniales y accidentes excluyen o incluyen de forma explícita las pérdidas derivadas de ciberataques.

A diferencia de las líneas de negocio tradicionales, donde las pólizas estandarizadas proporcionan cobertura de responsabilidad civil o de accidentes, el redactado de las pólizas de ciberseguros no está estandarizado. Las características de los siniestros cibernéticos, los limitados datos históricos de siniestralidad, la poca fiabilidad de datos anteriores para predecir eventos futuros y la posibilidad de un ataque a gran escala donde las pérdidas están correlacionadas entre empresas y sectores dificultan la redacción de pólizas a todo riesgo.

La evolución de los ciberseguros es indicativa de cómo los retos han evolucionado, tanto para los aseguradores como para los propios asegurados. La cibercobertura puede adoptar dos formas principales: a terceros o de daños propios. Las primeras pólizas de cobertura cibernética (de principios de la década de 1990) eran del tipo a terceros, diseñadas para reembolsar a las empresas los costes sufridos por sus clientes debidos a filtraciones de información, infecciones de programas maliciosos u otros ciberataques en los que la entidad asegurada estaba en falta.

La evolución de los ciberseguros es indicativa de cómo los retos han evolucionado

Posteriormente, las pólizas de daños propios ampliaron la cobertura del seguro para reembolsar los costes de un ciberataque que afectase directamente el negocio de la entidad asegurada. Las pólizas de daños propios pueden ser amplias o muy específicas, según las necesidades de la empresa, y pueden cubrir el pago de rescates y los gastos posteriores al ciberataque, como los honorarios de consultores de gestión de crisis para restaurar la reputación de la marca.

Pero los aumentos de tarifas solo explican una parte de la historia de los cambios que están teniendo lugar en los seguros para empresas. La naturaleza de la cobertura disponible también está cambiando, ya sea reduciéndose o expandiéndose, según el caso. Tanto en el asunto del impacto del cambio climático como en el de las vulnerabilidades de la digitalización, han surgido nuevos riesgos para los que no existen datos históricos sobre los que basar la tarificación de los seguros. Además, las cláusulas de fuerza mayor serán objeto de redefinición, negociación y, probablemente, litigio.

Los impactos del cambio climático y las vulnerabilidades cibernéticas consecuencia de la digitalización se han sumado a la gama de riesgos que las empresas tienen que gestionar, de un modo significativo para cualquier sector y de una forma decisiva para algunos sectores y zonas geográficas. El encaje del cálculo coste/beneficio de la cobertura aseguradora en el programa global de gestión de riesgos de una empresa y la forma de gestionar la relación con los aseguradores se convertirán en desafíos estratégicos cada vez más importantes.

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