Cartografía acelerada de los retos de la presidencia Biden

Juan Luis Manfredi

Foto: Joe Biden/Flickr

Permítanme elogiar el aburrimiento democrático. Ojalá la ceremonia de transición sea un aburrido discurso del nuevo presidente Biden, seguido del ritual de jura y las actuaciones musicales propias de la gran ceremonia de la comunicación política estadounidense. Por supuesto, televisada en riguroso directo con soporte de las plataformas Youtube, Facebook, Twitter y Twitch. Todo previsible. Todo organizado. Sin más sobresaltos. Ojalá la ceremonia sea el principio de una vuelta a la normalidad, lejos de la excitación del tuit. Porque se anticipa una presidencia que afronta una concatenación de las crisis política, social y económica.

En el ámbito político, el primer gabinete es un guiño continuista a las políticas de Obama. La recuperación de John Kerry, enviado especial para el cambio climático, Anthony Blinken, secretario de Estado o Jake Sullivan, consejero de seguridad nacional, indican un estilo y una retórica de restauración.

Hay mayor diversidad, signo de los tiempos, con representantes de las comunidades latina, indígena y afroamericana. Cuatro mujeres ocupan puestos de alta responsabilidad, como son Janet Yellen, en el Tesoro, y Avril Haines, al frente de la inteligencia nacional. Este equipo está llamado a pilotar el cambio y sembrar las bases de una década demócrata. Kamala Harris es la sucesora natural y tendrá una enorme visibilidad en cuestiones clave para la reconciliación. Harris tendrá la misión de visitar muchos de los Estados trumpistas para resolver los problemas internos del país y, de paso, preparar su candidatura para 2024.

Se anticipa una presidencia que afronta una concatenación de las crisis política, social y económica

El Partido Republicano tiene que decidir sobre su futuro y evitar el cierre por derribo. El 77% de sus votantes ven trazas de ilegalidad en la nominación de Biden y el 45% aun aprueba la astracanada del asedio al Capitolio, por lo que serán cuatro años de dura competencia en el Senado y en la guerra cultural. El legado del trumpismo es sólido. Más aún, tras la reelección de Ronna McDaniel como presidenta del comité nacional, lo que asegura el control financiero a los trumpistas.

Ante este panorama, el Grand Old Party tendrá que esperar a la resolución del segundo impeachment sobre Donald Trump para elegir líder electoral de cara a las elecciones de 2024. Si puede, se presentará a la reelección. En caso contrario, varios candidatos moverán ficha. Ted Cruz se autoproclama heredero natural y ya era un ídolo entre los partidarios del Tea Party. El nuevo suelo electoral de 70 millones de votantes garantiza posibilidades reales de alcanzar la presidencia, por primera vez, a un latino. Mitt Romney, senador y una de las pocas voces críticas con el trumpismo, es una solución a medio gas, para una transición pacífica. Nikki Haley, ex gobernadora de Carolina del Sur y ex embajadora ante Naciones Unidas, renueva la mirada sureña. La congresista Liz Cheney, hija del vicepresidente Dick Cheney, es una republicana con experiencia en Washington y contraria al trumpismo.

Harris
Harris tendrá la misión de visitar muchos de los Estados trumpistas para resolver los problemas internos del país (Foto: Gage Skidmore/Flickr)

La perspectiva social presenta varias dimensiones. Las brechas internas (Costas-interior, rural-global, elites-clases medias empobrecidas, raciales, género) han contribuido a la desconfianza institucional y las revueltas sociales. Es un caldo de cultivo ideal para la polarización, la provocación y la protesta, las tres P del trumpismo. Las imágenes de Washington protegido por 20.000 soldados dan buena cuenta de la preocupación por el extremismo. Sin bienestar social, la restauración es una quimera. La misión de la presidencia pasa por recuperar dicha autoconfianza, reforzar las instituciones y perseguir los brotes racistas, misóginos y ultras. No tienen cabida en la “vuelta” de la América demócrata.

En otro orden, la pandemia no desaparece con la marcha de Trump, sino que deja un rastro desolador. 24 millones de infectados y alrededor de 400.000 muertos no se olvidan con el cambio de inquilino. Como recién ha reclamado la prestigiosa Scientific American, hay que exigir una evaluación de las políticas sanitarias tanto para la rendición de cuentas como para la extracción de lecciones para esta primera gran pandemia. Habrá más. Que en esto también hay consenso científico, dada la intensidad de las relaciones comerciales, la globalización de las biografías y el turismo de masas. Quizás, Biden apueste por la reconstrucción de la Organización Mundial de la Salud y los fondos para vacunar a escala global. Es una incógnita.

La misión de la presidencia pasa por recuperar la autoconfianza, reforzar las instituciones y perseguir los brotes racistas, misóginos y ultras

La crisis económica se observa en los 19 millones de parados, el creciente déficit comercial con China, la deuda pública disparada y la incógnita de la transición energética. Al otro lado del Pacífico, China crece un 2,3% y el crecimiento del superávit comercial hasta los 535.000 millones de dólares, el mayor en los últimos cinco ejercicios. La respuesta de Biden y Harris pasa por un plan de estímulos económicos, cifrado en 1,9 billones de dólares, más 440.000 millones para afrontar la pandemia y otros 350.000 millones para transferencias de renta mediante ayudas locales y fondos estatales. Además, se invertirán 20.000 millones de dólares en un plan nacional de vacunación. El gasto público soportará el estímulo, pero habrá que estar atentos a las decisiones corporativas.

Harris y Biden
La respuesta de Biden y Harris pasa por un plan de estímulos económicos, cifrado en 1,9 billones de dólares (Foto: Joe Biden/Flickr)

En plena transición energética, el progresivo abandono del carbón y el petróleo tendrá que apalancarse sobre barreras arancelarias para proteger la economía. La Unión Europea y Estados Unidos pueden aliarse para que el cambio climático sea una herramienta para corregir la balanza comercial y apalancar las bases del nuevo orden internacional post-pandemia. Veremos cuál es la respuesta ante la firma de la Asociación Económica Integral Regional (RCEP, por sus siglas en inglés) y el acuerdo de inversiones entre China y la Unión Europea. Los bloques comerciales vuelven a la arena internacional. Por completar el panorama, se adivina tormenta en la fiscalidad de las grandes empresas tecnológicas y en el diseño de las políticas de competencia.

Finalmente, cabe señalar los retos del desorden mundial, fruto de la crisis del orden liberal internacional (instituciones multilaterales y libre comercio) y los procesos de desglobalización. En Cuba y Venezuela, la transición política siempre está a punto de llegar. En Asia, habrá que vigilar las consecuencias del levantamiento de las restricciones a los contactos con Taiwán y la reacción de China continental. También hay que esperar un acuerdo de asociación comercial con India, fuera como Estados Unidos del RCEP. ¿Podrá el creciente nacionalismo hindú liderar una alternativa?

Trump
El presidente saliente se ha encargado de erosionar la cultura política y las bases de la acción internacional de Washington (Foto: US Indo-Pacific Command/Flickr)

La situación de la península coreana es un factor multiplicador de estabilidad. Es viable una apuesta por el diálogo con Irán para frenar su programa nuclear, aunque es improbable la vuelta a los puntos del acuerdo de 2015. Rusia quiere volver a la escena internacional y necesita un cierto reconocimiento de autoridad moral sobre su esfera de influencia (Bielorrusia, Armenia). Esto afecta a la dimensión oriental de la OTAN (¡y a las relaciones con Turquía!), así como a la creación de NordStream2, el gaseoducto que llega a Alemania. La cuestión saudí es relevante, ya que Biden ha declarado su deseo de reevaluar las relaciones bilaterales. La jugada del Sáhara Occidental abre la puerta a nuevos escenarios en el Mediterráneo y el Norte de África, siempre pendientes de la paz en Israel.

El presidente saliente se ha encargado de erosionar la cultura política y las bases de la acción internacional de Washington. Los impulsos populistas y antidiplomáticos de Trump han favorecido la expansión de China, más atenta a los cambios geopolíticos. En América Latina, Asia Central, África o en el puerto del Pireo, las infraestructuras de la Ruta de la Seda anticipan una capacidad inversora y de influencia política.

La nueva presidencia habrá de construir su propia narrativa estratégica para recuperar el prestigio internacional

Estados Unidos tendrá que pelear por recuperar el liderazgo en esos espacios, además de afrontar problemas concretos. La novedad radica en que nosotros, los europeos, también hemos perdido la confianza en la preeminencia estadounidense en este nuevo ciclo de la globalización. Según los datos publicados por European Council on Foreign Relations (ECFR), los europeos están contentos con la elección de Biden, pero presagian la necesidad de revisar las relaciones transatlánticas. Junto a esta aproximación general, la nueva presidencia habrá de construir su propia narrativa estratégica para recuperar el prestigio internacional. El asedio da alas al discurso antiliberal de la democracia en crisis. Sin unos Estados Unidos fuertes, el sistema político democrático y liberal se tambalea. No podemos permitírnoslo y seguro que encuentra en la Unión Europea una agenda de gobernanza global.

Estos problemas ya están aquí y aún no hemos descubierto los cisnes negros o rinocerontes grises de la próxima década. Así, las turbulencias no van a esperar a que Biden & Harris se hagan con el puesto. Hoy mismo empiezan los retos.

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