Topar el precio del gas: contener la inflación con implicaciones para el medio ambiente
Asegurar el suministro, tratándose de energía, es la prioridad mayor. Que su coste sea asumible, viene a continuación. El presidente F. D. Roosevelt lo tenía claro. En febrero de 1945, tras entrevistarse con Stalin y Churchill en Yalta (Crimea) no voló directamente a EEUU. Viajó al canal de Suez, donde a bordo de un crucero de la marina americana, se entrevistó con el Rey Abdul, de Arabia Saudí, y pactaron una alianza. Los EEUU proveerían protección, y Arabia, petróleo suficiente y a precio asequible, la sostenibilidad ambiental no estaba, entonces, en la agenda.
Los últimos meses, los altos precios del gas, han convencido a la Unión Europea de la necesidad de adaptar su política energética. También respecto al sector eléctrico. La Comisión europea, a tal efecto, encargó diversos informes. Uno, sobre el diseño del mercado mayorista de electricidad, a la Agencia de Coordinación de los reguladores europeos de energía (ACER). Tras un avance provisional, dicha agencia publicó, en abril, el definitivo. Su apartado más esperado, es el análisis de las posibles medidas estructurales de intervención. Medidas clasificadas en cinco categorías, de menos a más intervencionistas:
- De apoyo a los consumidores vulnerables: transferencias y reducciones fiscales.
- Imposición fiscal sobre beneficios imprevistos (windfall profits) para redistribuir el ingreso recaudado con vistas a mitigar los extra costes soportados por particulares y empresas.
- Poner un tope de precio al gas utilizado en las centrales de generación, que se comunica a las otras tecnologías (eólica, hidráulica, etc.) por la metodología del precio marginal de las subastas para cubrir toda la demanda. Esto es, que la última tecnología en entrar, determina el precio de las demás.
- Establecer un precio máximo para todas las horas, con independencia de cuál sea la tecnología marginal o de cierre.
- Dividir el mercado eléctrico en distintas tecnologías, quizás estableciendo cuotas de producción y precios por cada una de ellas.
La intervención pública en los mercados tiene sentido en diversas circunstancias. Sin duda, cuando funcionan manifiestamente mal. Como ocurrió el pasado 8 de marzo, cuando la tecnología hidráulica, con instalaciones, mayormente, amortizadas, marcara, a las 21 horas, un precio de casi 655€ MWh. En promedio, sus costes estarían entre 3€ y 10€ MWh. Este supuesto, encaja en la categoría 2 de las propuestas de ACER sobre “windfall taxes”. El beneficio “excesivo”, es la diferencia entre los ingresos derivados de precios extraordinariamente altos de electricidad, y el beneficio “normal” que un participante en el mercado podría, razonablemente, haber esperado en base a sus costes de generación, de inversión inicial, etc. En otro lugar he escrito a favor de utilizar esta vía.
El precio de la energía no sería más bajo; pero la renta disponible de quienes han de comprarla, no mermaría en proporción al mismo, al compensarla con una transferencia pública. Su cuantía, mayor o menor, en función del grado de necesidad, es decir, en base a si la energía es, o no, una componente determinante de los costes soportados.
No ha sido ésta la opción del gobierno central. Ha decidido poner un tope al precio del gas para producir electricidad, durante el plazo de doce meses, condicionado a la previa autorización de la Comisión Europea para asegurar que no distorsiona el mercado interior europeo. Una medida que encaja en la categoría 3 antes citada.
La inflación no es una excepción ibérica como sí lo es la falta de interconexión del mercado eléctrico peninsular con el resto de Europa, que justifica la medida intervencionista
Las razones tras esta decisión gubernamental, no son jurídicas, ya que es más fácil impugnarla por presunta vulneración del principio de confianza legítima de los inversores, que una medida fiscal; ni organizativas, su gestión es igualmente complicada, sino que se vinculan al imperativo de reducir la inflación. Situada en un 8,3% interanual en abril, está muy alejada de la estabilidad de precios de entorno al 2% de incremento anual, que constituye el mandato del BCE. Una inflación, hay que subrayarlo, que no es una excepción ibérica (9% Reino Unido, 7,4% Alemania, 6,2% Italia) como sí lo es la falta de interconexión del mercado eléctrico peninsular con el resto de Europa, que justifica la medida intervencionista.
Los precios de consumo, con los que se calcula la tasa de inflación, no descuentan las transferencias públicas a personas individuales, físicas o jurídicas, como mis colegas del departamento de Economía saben y explican mejor que yo. La renta disponible de aquellas, mejora, pero no lo hace el índice de precios que, en una especie de efecto contagio, impulsa subidas generalizadas en los bienes y servicios.
ACER, en el informe citado, anticipa posibles efectos negativos de una medida como la tomada. Así, por ejemplo, la recuperación de las inversiones puede ser percibida como un riesgo por los inversores, retrayéndolos de hacer las necesarias para asegurar el suministro futuro, previstas en nuestro plan nacional integrado de energía y clima.
Topar el precio como se hace, entre 40€ y 50€ MWh, deja artificialmente fuera de mercado opciones de generación necesarias para llevar a cabo, con éxito, la transición energética
Me permitiré añadir otro. Topar el precio como se hace, entre 40€ y 50€ MWh, deja artificialmente fuera de mercado -digo artificialmente porque el precio del gas, es el que es- opciones de generación necesarias para llevar a cabo, con éxito, la transición energética. Es el caso, por ejemplo, del hidrógeno verde o de diferentes tipos de almacenamiento, cuya viabilidad económica ahora, mientras no se consigue escala y devienen tecnologías maduras, están por encima de ese precio.
A falta de un sustituto abundante, barato y no contaminante, del oro negro en las arenas de Arabia, que aseguró el presidente Franklin Delano Roosevelt, la transición energética tiene costes elevados. A corto plazo podemos disimular su impacto poniendo un tope al gas; pero mitigarlos o compensarlos a medio y largo, sin que descarrile, nos va a requerir altas dosis de imaginación y determinación sobre cómo distribuirlos. El premio, las merece.
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