Un llamamiento a repensar la relación entre el ser humano y la naturaleza
La forma en que está organizada la vida moderna ha afectado negativamente la dinámica de apoyo a la vida de la biosfera y ha dado paso a una nueva era geológica: el Antropoceno. Es la época que viene después del Holoceno, que se inició tras la última glaciación, unos 11.700 años atrás. El sistema terrestre ha cambiado desde entonces y ha ofrecido unas condiciones climatológicas favorables para la evolución, la adaptación y el desarrollo de numerosas civilizaciones humanas.
Sin embargo, el Antropoceno se caracteriza por la disrupción de importantes ciclos naturales e interacciones ecológicas, como resultado de un cambio climático acelerado, inducido por los humanos. La continua extinción masiva de especies y la degradación de los hábitats ricos en biodiversidad nos están llevando a un colapso socioecólogico mundial.
Estos cambios están amenazando no solo la existencia de la fauna y la salud de los ecosistemas, sino también la seguridad del espacio operativo de los seres humanos. Suponen un desafío a nuestra capacidad de organizarnos de un modo que resulte mutuamente beneficioso para la naturaleza y plantean una cuestión relevante: ¿Cuáles son los desafíos a que se enfrenta la ciencia de la organización en el Antropoceno?
Reposicionar a los humanos en la naturaleza: del Antro al Eco
En los 30 años que han seguido a la Cumbre de la Tierra de Rio de Janeiro de 1992, a raíz de la presión del activismo social y de las preocupaciones ecológicas expresadas en la opinión pública, se han multiplicado los estudios sociales y medioambientales. La responsabilidad corporativa y la sostenibilidad se han convertido en campos destacados de estudio en las investigaciones sobre management y organizaciones.
Han pasado décadas desde que empezaron a estudiarse y a aplicarse nuevos modelos de negocios con el fin de garantizar la sostenibilidad y estrategias para crear valor social y medioambiental. Sin embargo, las condiciones ecológicas del planeta se siguen deteriorando, pese a que las prácticas de sostenibilidad están cada vez más extendidas. La raíz de esta paradoja se ha atribuido a los principios antropocéntricos dominantes que gobiernan la sostenibilidad en los negocios.
Debido a unos principios institucionalizados que resultan insostenibles, la cosmovisión antropocéntrica –o centrada en la realidad humana– ha sido cuestionada por los críticos de los estudios sobre gestión. Algunas características principales del antropocentrismo son el pensamiento lineal, la forma fragmentada de comprender el mundo y el dualismo seres humanos-naturaleza, que refuerza la separación categórica entre los humanos y los no humanos.
Desde esta visión del mundo, se asume que no existen límites al crecimiento, que los recursos naturales son gratuitos e ilimitados y que los humanos tienen el derecho de reinar sobre las demás especies. Asimismo, la noción de valor está muy relacionada con los indicadores económicos y financieros, ignorando el valor intrínseco de todas las formas de vida, independientemente de su utilidad para la humanidad.
Ya a mediados de los años noventa, los artículos seminales de Thomas Gladwin, Ronald Purser y sus colegas señalaban que la teoría de la organización está basada, en gran parte, en esta visión, y proponían un cambio de orientación hacia el ecocentrismo.
El ecocentrismo es un término que viene del griego oikos, que significa “casa” y kentrom, “centro”, y se ha utilizado para designar una ética centrada en la naturaleza. En esta cosmovisión, los organismos vivos tienen un valor intrínseco, y el mundo es un sistema interdependiente e interconectado de personas, estructuras sociales, biodiversidad y entorno biofísico.
Además, el ecocentrismo reconoce que las actividades socioeconómicas están integradas dentro de unos límites ecológicos y rechaza la clasificación jerárquica de las especies en que los humanos reinan sobre el mundo natural.
Además, en línea con el ecocentrismo, existe el discurso de la sostenibilidad regenerativa. El paradigma regenerativo parte del fundamento de que la relación entre el ser humano y la naturaleza es una alianza mutuamente beneficiosa y coevolutiva. Como ha señalado Chrisna du Plessis, el fin último del paradigma regenerativo es “restaurar y regenerar los sistemas socioecológicos del planeta […] para crear unas condiciones en que los humanos y los demás organismos vivos pueden prosperar”.
La sostenibilidad regenerativa, las soluciones basadas en la naturaleza y las visiones sistémicas parecen ser vías prometedoras para abordar los desafíos socioecológicos del Antropoceno. Sin embargo, estos temas todavía son incipientes en las investigaciones sobre la sostenibilidad en los negocios.
Organizarse en el Antropoceno
Las premisas antropocéntricas subyacentes en la teoría de la organización tienden a centrarse en la maximización de los beneficios, al tiempo que los factores impulsores de las estrategias corporativas son los intereses de los accionistas. Las acciones encaminadas a obtener mayores beneficios son el centro del modelo de negocio, que refuerza la idea de un crecimiento económico basado en un consumo sin límites.
La transición hacia el ecocentrismo presenta retos y oportunidades. Un primer paso crucial es reconocer de forma crítica las deficiencias de la racionalidad del desarrollo económico actual, articulando epistemologías críticas y de gestión. Según una publicación reciente de los investigadores Seray Ergene, Subhabrata Bobby Banerjee y Andrew J. Hoffman, ello exige repensar la visión económica de la naturaleza, la orientación a la maximización de los beneficios de los accionistas y la acumulación de riqueza, a costa de la destrucción ecológica y de la desigualdad social.
En su lugar, deberíamos buscar formas alternativas y colaborativas de organización, con el fin de abordar holísticamente el objetivo común de mejorar la resiliencia ecológica y los índices de regeneración del planeta. Ello apunta a que las organizaciones empresariales deben repensar su propósito, su misión y sus indicadores de éxito.
Por una parte, las epistemologías de gestión se basan en la idea de que la tecnología puede resolver los problemas medioambientales con soluciones basadas en el mercado, la eficiencia y los medios de gobernanza. En cambio, una visión crítica reivindica una comprensión más integral de las cuestiones socioecológicas.
En este sentido, una acción efectiva debería tomar en consideración (re)aprender de los conocimientos indígenas y de los ritmos y las leyes naturales. Existe la oportunidad de abordar las cuestiones medioambientales a través de colaboraciones interdisciplinarias, para salvar las prácticas regenerativas ancestrales, ecológicas y de las ciencias sociales.
Un segundo desafío es cambiar nuestra percepción y comprensión de las dinámicas socioecológicas, transformando las ontologías realistas en ontologías relacionales. Una ontología realista separa a los seres humanos del entorno natural y así legitima el privilegio humano de dominar, controlar y explotar los recursos naturales. Esta visión antropocéntrica hace interpretaciones de las cuestiones naturales independientemente del dominio social y humano.
En cambio, las ontologías relacionales reconocen la relación mutua entre los seres humanos, los elementos naturales y las demás especies. Ello nos da la posibilidad de combinar visiones del desarrollo, creencias y sistemas de valores diferentes. Para las organizaciones empresariales, y también para las personas, esta es una oportunidad para articular distintas perspectivas, ya sea sobre la ética del cambio climático, la ecología profunda, la ética medioambiental feminista y la justicia intergeneracional.
Nuestra relación con las demás especies animales
Básicamente, las ontologías relacionales implican una comprensión más exhaustiva de los sistemas de valores y un reconocimiento del valor intrínseco de la naturaleza, más allá de su valor meramente utilitario. Desde esta visión filosófica, nos preguntamos hasta qué punto son éticas y sostenibles nuestras dietas y nuestros estilos de vida.
La producción de carne es el ejemplo más claro y más próximo del dominio humano sobre los animales. Por un lado, se plantean cuestiones éticas sobre la explotación animal agrícola y las prácticas pesqueras indiscriminadas. Además, el ganado es uno de los factores que contribuyen más a los gases de efecto invernadero (GEI), como el CO2, el metano y el óxido nitroso, según un informe de las Naciones Unidas y otros estudios científicos recientes.
Además de generar grandes cantidades de GEI, la ganadería requiere mucha agua, granos de soja para la alimentación de los animales y tierra. Por ejemplo, la deforestación y la pérdida de biodiversidad en el Amazonas han sido causadas principalmente por la expansión de la ganadería.
¿Por qué no estudiamos formas de organizarnos de un modo más armonioso con las demás especies? Los cambios que se están produciendo en nuestro planeta son cada vez más irreversibles y nos obligan a reflexionar sobre la transición del antropocentrismo al ecocentrismo y cómo va a afectar nuestra forma de vivir y de pensar.
Es importante asumir una responsabilidad individual por la emergencia climática, reducir las emisiones en lo posible y, por supuesto, pasarse a una dieta basada en las plantas. Por ejemplo, hacerse vegano es no solo una forma de replantear nuestra relación mutuamente beneficiosa con los animales y los sistemas ecológicos, sino también una opción de consumo que tiene una gran incidencia en la reducción de nuestra huella ecológica.
Doctorando del Instituto de Innovación Social de Esade y miembro del Esade Center for Social Impact
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