

¿Cómo ganar al coronavirus? Infraestructuras digitales

Imagen: © Amouris Coss
¿Cómo podemos ganar al coronavirus? Esta es probablemente hoy una de las preguntas clave encima de la mesa de muchas de las reuniones gubernamentales. La respuesta parece simple: distancia, pero cómo se implementa marca la diferencia en la guerra contra el coronavirus.
Aún no existe ninguna vacuna para el coronavirus, quizás al igual que el resfriado o la gripe, no la habrá nunca o será poco eficaz. La única solución viable es parar la infección estableciendo cortafuegos, distancia.
Ello implica aislamiento y es aquí donde encontramos grandes diferencias en cómo se implementa. Estas diferencias de implementación tienen, sin embargo, un sustrato común: la granularidad de la información y de las intervenciones.
Podemos identificar fácilmente dos extremos: Italia y España por un lado, y Corea, China y Singapur por el otro. En el primer caso, las intervenciones son a nivel de población: todos debemos quedarnos en casa, las tiendas deben estar cerradas, las calles vacías.
En Corea del Sur, el confinamiento se ejecuta por geolocalización
En el otro también encontramos intervenciones a nivel poblacional pero mayoritariamente son a nivel individual. Aquellos sospechosos de haber contraído la enfermedad deben aislarse y ese aislamiento se controla por las autoridades.
En Corea se hizo en base a una app relativamente simple pero que estuvo disponible muy rápidamente. El Centro de Control y Prevención de Enfermedades de Corea emitió directrices que ordenaban a cualquiera que se pusiera en “contacto” con un caso de coronavirus a una cuarentena obligada de dos semanas.

La definición de “contacto” se estableció en cualquiera que hubiese estado a menos de dos metros de un caso confirmado o bien en la misma habitación donde tosió un infectado. La cuarentena implicaba una separación estricta de cualquier otra persona, incluidos los miembros de su propia familia.
El confinamiento se vigila en base a geolocalización y se pide a los ciudadanos infectados que informen sobre su estado de salud con detalles como fiebre, diariamente. En caso de infracción, se envía una alerta tanto al responsable del control como al sujeto infectado.
Este método fue altamente eficaz debido a la magnitud de pruebas realizadas en los controles de coronavirus tipo "drive-through”, además de las realizadas en el sistema hospitalario. Ambas posibilitaron que el gobierno coreano dispusiese de una base de datos de personas infectadas confirmadas, cercana a las 200.000 pruebas de Covid-19.

China siguió un enfoque similar, con una aplicación más sofisticada, que se respaldó con un mayor número de medidas, como por ejemplo el control de la temperatura diario a los infectados.
Además, el interfaz de usuario es mucho más simple y más reactivo a su situación geográfica. Se trata de un esquema tipo semáforo, con rojo, amarillo y verde que indica qué áreas están contaminadas y cuáles no. Nuevamente se usa geolocalización para asegurar el cumplimiento de la normativa. La principal diferencia se encuentra en la escala. En lugar de dirigirse de un modo quirúrgico a las personas infectadas, la aplicación china se dirigió a grandes masas de población.
Sin embargo, en ambos casos nos encontramos con el mismo patrón. La Administración cuenta con una infraestructura digital que le permite recopilar, instantáneamente y a un coste muy bajo, información de toda la población infectada, aconsejar y orientar comportamientos personalizados al instante, agregar esa información y disponer de una foto de la situación al minuto de manera inmediata.
Las aplicaciones crean un vínculo de relación y servicio entre los ciudadanos
Pero, no solo eso, las aplicaciones crean un vínculo de relación y servicio entre los ciudadanos, proporcionan una sensación de cercanía de la Administración, permiten solicitar ayuda y, de hecho, redefinen el propio concepto de ciudadanía en un mundo digital. Este es un aspecto especialmente importante de estas infraestructuras digitales. ¡El gobierno a un clic de distancia!
Tanto en China como en Corea del Sur, el uso de las plataformas digitales está muy extendido. En particular en China donde se encuentra completamente integrado con la vida cotidiana. Es difícil vivir en Beijing, Shanghai o Shenzhen sin WeChat Pay y AliPay.
El gobierno usa estas plataformas constantemente. Probablemente el caso que más ha trascendido de este uso sea el del Social Credit, que busca ajustar el comportamiento social a patrones predeterminados en base al uso de premios y sanciones.
Las apps proporcionan a los gobiernos mucho más que la capacidad de intervenir a nivel ciudadano
Sin embargo, las infraestructuras digitales proporcionan a los gobiernos mucho más que la posibilidad de dirigir sus intervenciones a nivel de ciudadano individual y un sentido de ciudadanía digital; proporcionan datos, ¡datos precisos!
De hecho, la pandemia del coronavirus se conoce desde el 30 de diciembre, cuando dos empresas americanas, Blue-Dot y Metabiota, alertaron sobre un foco particularmente peligroso de neumonía en Wuhan (China). Ambas empresas rastrean internet en busca de noticias de sanidad en todo el mundo, agregándolas y señalando los puntos potencialmente peligrosos.
Su capacidad de predicción es, en muchas ocasiones, asombrosa. Por ejemplo, Metabiota predijo el 3 de marzo que habría 127.000 casos de coronavirus en todo el mundo. Solo 30.000 más que los detectados (aunque dentro de los márgenes de error). Debemos tener en cuenta que solo detectamos una pequeña parte de los casos reales.
Metabiota predijo que habría 127.000 casos del Covid-19 en todo el mundo
Desgraciadamente, estos sistemas pierden gran parte de su exactitud una vez la epidemia avanza porque necesitan datos precisos. Muchos gobiernos no publican datos detallados y la precisión se pierde a menudo cuando la epidemia se convierte en un asunto político.
De nuevo, ¡son los datos!
Los datos son los ladrillos de las políticas. Los datos aportan precisión y, con esta precisión, la posibilidad de infligir el menor daño y obtener el máximo beneficio de dichas políticas.
Los datos no provienen tan solo de utilizar los smartphones como sensores o de la activa participación de los ciudadanos, sino también de cámaras y robots.
Este ha sido el caso de China, donde desde el primer momento se adaptaron las cámaras con sensores infrarrojos capaces de medir la temperatura. Cámaras en espacios abiertos, en la calle, en los cascos de la policía, en los robots móviles con los que nos encontramos en todas partes, al igual que en los aeropuertos.
La mayor parte de las cámaras permiten reconocimiento facial, siendo capaces no solo de rastrear sino también de identificar a los ciudadanos individualmente e incluirlos de forma automática en sus bases de datos.
La crisis del coronavirus es una amenaza y una oportunidad para mejorar y cambiar
Todo esto plantea muchas preguntas sobre privacidad, soberanía de datos y ética. El tratamiento de los datos es ciertamente diferente en Corea del Sur que en China o Singapur, como lo es la preservación de la privacidad y el anonimato. Por lo tanto, tenemos evidencia de que estas infraestructuras pueden acomodarse a la diversidad de estándares de privacidad que existen.
Es importante señalar que no es el aprendizaje de los gobiernos, ni los aspectos culturales, ciertamente diversos entre China, Corea del Sur o Singapur, los que marcan la diferencia, sino la existencia de una infraestructura digital con la que la Administración puede establecer un diálogo personalizado con los ciudadanos.
Si comparamos la eficiencia de estos países con los que carecen de una infraestructura digital, como Italia o España, que tienen que recurrir a enfoques de confinamiento a nivel de población, de efectividad discutible, la comparación es sorprendente. Mientras escribo este artículo, ¡Italia alcanzó las 3.000 muertes! España parece destinada a seguirle los pasos.
Una Administración cercana ya no es la que está más cerca, sino la que es accesible a un clic de distancia
Sin embargo, no es solo para la contención de epidemias. Una Administración cercana ya no es la que está más cerca, y esta es una lección que esta pandemia nos enseña completamente, sino la que es accesible a un clic de distancia y a la velocidad y simplicidad de internet.
Mientras en las empresas vivimos una era donde todo es un API. APIs que les permiten comunicarse e interacturar entre ellas como si fuesen la misma organización, difuminando y hasta borrando sus fronteras. En el sector público, en muchos países, esto no es más que una quimera, una ilusión o un sueño.
La crisis del coronavirus es una amenaza y una oportunidad para mejorar y cambiar. Hay muchas áreas que pueden beneficiarse de ella, desde la cooperación internacional a la innovación global, el uso de datos para la innovación, las pruebas globales de medicinas... muchas.
Sin embargo, hay una que destaca entre muchas otras: la necesidad urgente de establecer infraestructuras digitales para el gobierno digital. No se trata solo de eficiencia o de actualizar la Administración y el concepto de ciudadanía al siglo XXI. Para muchos, ahora es una cuestión de vida o muerte. ¡No desperdiciemos esta crisis!

Profesor titular, Departamento de Operaciones, Innovación y Data Sciences en Esade
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