Las elecciones estadounidenses: un referéndum sobre Trump y la democracia norteamericana

Obaid Amjad

Las elecciones estadounidenses de 2020 van a desarrollarse en unas circunstancias excepcionales –y no solo por la devastadora plaga que ya se ha cobrado la vida de más de 200.000 americanos, sino también por las crecientes tensiones raciales. Si las elecciones de 2016, especialmente la campaña de Trump, tuvieron la característica negativa de dividir más que unir al pueblo norteamericano, desde entonces las desavenencias no han hecho más que aumentar. El resurgimiento del movimiento Black Lives Matter (BLM) y sus críticas reflejan ampliamente esta división que lacera a la sociedad norteamericana.

La brutalidad policial discriminatoria hacia los afroamericanos –una realidad que el BLM quiere poner de relieve y combate– no es un fenómeno nuevo. De hecho, la historia del país está plagada de episodios de racismo sistémico y la brutalidad policial se ha manifestado reiteradamente en numerosos casos.

Sin embargo, el movimiento Black Lives Matter –que nació en 2013 con la ayuda de las redes sociales– ha logrado tener una gran repercusión y ha demostrado poder callejero, hasta convertirse en una voz global en defensa de los derechos de los afroamericanos y en contra de los excesos en las agresiones policiales. Su ilustrativo nombre ya indica a las claras su potente mensaje: las vidas de los negros importan.

La proliferación de casos de brutalidad policial a lo largo de este año –muy especialmente, a raíz de los múltiples disparos que recibió Jacob Blake– ha reactivado la causa de este movimiento en la sociedad y en los medios, que han centrado su foco de atención muy especialmente en la presidencia de Trump. Desde el tiroteo contra Blake, se han multiplicado las protestas organizadas por Black Lives Matter en numerosas ciudades. Y también lo han hecho las manifestaciones en sentido contrario.

BLM US 2020 Elections

Mientras que los partidarios del movimiento Black Lives Matter han descrito las protestas como un grito contra la injusticia, numerosos contramanifestantes los han señalado a ellos como los causantes de la violencia, los disturbios y los saqueos. Según estos, las protestas suponen una amenaza a la ley y al orden, y se ha visto que muchos de ellos optaban por empuñar las armas para “proteger sus propiedades” frente a los “malhechores”. Con todo, sería demasiado simplista atribuir la división solo a este hecho: también es atribuible a la afiliación política y a la raza.

Para numerosos seguidores de Trump, el llamamiento del presidente se enmarca en su discurso de poner a América en primer lugar (“America first”), proteger los intereses del país y los de sus ciudadanos, que han estado en peligro durante demasiado tiempo. Y estas reivindicaciones no son exclusivamente de naturaleza económica. Numerosos americanos tienen la concepción de que su propia historia e identidad, la “América blanca”, se ve seriamente amenazada.

Un buen ejemplo de ello fue la retirada de las banderas y las estatuas confederadas de varias ciudades. Muchos de ellos se mostraban escépticos de que los políticos –por razones de corrección política– pudieran proteger los valores y el patrimonio “americanos”, al menos hasta la llegada de Donald Trump en la política.

Las normas de la corrección política han dado paso a la expresión de una profunda rabia y frustración

La brusquedad de Donald Trump, orientada con frecuencia a determinadas minorías, ha dado rienda suelta a sus seguidores para “decir lo que sienten”, por muy controvertidas que resulten sus afirmaciones.

De este modo, las normas de la corrección política han dado paso a la expresión de una profunda rabia y frustración que muchos estaban incubando desde hacía muchos años. Su campaña también realizaba un llamamiento a los grupos de la supremacía blanca, de cuyo apoyo Trump no ha renegado. La raza, más que la ideología, se ha convertido de nuevo en un punto central de la política americana.

Numerosos manifestantes contrarios a Black Lives Matter son seguidores de Trump, razón por la cual el presidente se ha mostrado muy crítico con este movimiento y con los manifestantes de izquierdas, al tiempo que protegía de la censura a sus opositores y a los grupos de derechas. De hecho, Trump se ha autodefinido como el presidente “de la ley y el orden”, en la misma línea que los manifestantes contrarios a dicho movimiento, y ha añadido que no va a transigir a las demandas de los grupos “de la izquierda radical”. Resulta un tema un tanto complejo determinar de qué modo la aparición de estas tensiones va a incidir en las próximas elecciones norteamericanas.

Elecciones norteamericanas 2020
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Es muy poco probable que el presidente Trump y el Partido Republicano logren jamás persuadir a un grupo importante de votantes afroamericanos para que les voten. Un factor indicativo de esta estrategia es que Trump se muestra reticente a criticar a los grupos supremacistas blancos, porque probablemente le van a votar a él.

El auténtico campo de batalla sigue estando entre los votantes afroamericanos y el Partido Demócrata. En 2016, muchos afroamericanos decidieron no ir a votar en las elecciones porque desconfiaban de la candidata demócrata Hillary Clinton, pese a contar con el respaldo del presidente Obama. Además, se cree que la difusión de un vídeo con unas manifestaciones controvertidas de la señora Clinton sobre los afroamericanos hizo que los afroamericanos indecisos finalmente no acudieran a votar en aquellas elecciones.

Para las elecciones de este año, se ha designado como candidato del Partido Demócrata a Joe Biden, el ex vicepresidente de Obama. Biden ha salido en defensa de la causa de Black Lives Matter sin mostrarse a favor del llamamiento de este movimiento a recortar los presupuestos asignados a la policía. Además, en su apuesta por atraer a los votantes de color, los demócratas han elegido estratégicamente para esta campaña a Kamala Harris como candidata a la vicepresidencia.

Los comicios de 2020 no son unas meras elecciones: son un referéndum sobre Trump

Sin embargo, pese a estos pasos, parece que la campaña de Biden ha tenido poco eco en la mayoría de los votantes de color, incluyendo a los afroamericanos. Biden realizó unas declaraciones un tanto extrañas y paternalistas en un programa de radio, en que dijo que cualquier afroamericano que no votara por él en vez de Trump es que “no era realmente negro”. Ni que decir tiene que ese comentario no fue muy demasiado bien recibido por la comunidad afroamericana.

El Partido Demócrata necesita un gran apoyo y una alta participación de la comunidad afroamericana para desafiar a los republicanos liderados por Trump en las próximas elecciones. Es esencial que las cuestiones planteadas por el movimiento BLM sean atendidas y abordadas. Con todo, el tema de discusión no es solo si Biden ha realizado lo suficiente para ganarse el voto de confianza de los afroamericanos y de los activistas del BLM, sino también si el presidente Trump ha hecho méritos suficientes para animar a la gente a votar en su contra.

Los comicios de 2020 no son unas meras elecciones: son un referéndum sobre Trump. De hecho, los debates y la campaña del Partido Demócrata se han centrado en señalar las deficiencias y los peligros que puede suponer una nueva presidencia de Trump, más que en presentar su propio programa de forma proactiva.

Para los afroamericanos, esta realidad tendrá importantes consecuencias a la hora de decidir ejercer su derecho a voto. Tan importante es quién va a ganar las elecciones como controlar la participación de los votantes afroamericanos. Si su participación es baja en las elecciones de este año, ello supondrá una visión siniestra que evidenciará que, según ellos, sus reivindicaciones no son abordadas adecuadamente por ninguno de los dos grandes partidos del sistema americano. Será el reflejo de una falta total de fe en todo el sistema democrático para abordar y erradicar las injusticias –incluyendo la brutalidad policial– de que suele ser víctima la población negra.

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