Cómo la IA transformará nuestras ciudades (y nuestras vidas)

Las tecnologías emergentes, con la inteligencia artificial a la cabeza, se abren camino en la ciudad. Las nuevas tendencias en smart cities navegan entre la optimización de lo existente y la promesa de transformaciones disruptivas.

Esteve Almirall

Parece que el poder transformador de la IA no tuviera límites. Desde la aparición de la IA generativa – como el ChatGPT – hemos asistido a anuncios que nos advertían de peligros como el fin de la democracia e incluso de la especie humana, al tiempo que otros más optimistas anunciaban una sociedad donde la humanidad se libraría finalmente de la esclavitud del trabajo

Pero ¿cuáles son las oportunidades que esta nueva generación de inteligencia artificial brinda a las ciudades?  

Hoy en día, las tendencias en smart cities se mueven entre la optimización de lo existente y la utopía de lo nuevo. Ambas tendencias, que no son en absoluto contrapuestas, aterrizan en intervenciones concretas. Ejemplos de ello los encontramos en los centros de control basados en cámaras o en la concepción de la ciudad de los 15 minutos, una ciudad verde y cercana a escala humana ideada por mi buen amigo Carlos Moreno.  

Una IA con 5000 ojos 

Una muestra de los centros de control en base a imagen lo encontramos en Seúl. La capital de Corea del Sur, una ciudad de unos 10 millones de habitantes dividida en 25 distritos, está plagada de cámaras conectadas a sofisticados centros de control gobernados por IA

Por ejemplo, en el distrito central de Seúl, Gangnam, se concentran unas 5.000 cámaras que se ampliarán en 1.500 más durante el próximo año. Estas cámaras se gestionan desde un centro de control donde no encontraremos mucho más de una docena de personas. Probablemente nos preguntaremos cómo es posible controlar todas estas cámaras con tan escasa dotación de personal. La respuesta es que quien realmente controla las cámaras son sistemas de inteligencia artificial, mientras que los especialistas solo responden a las alertas que producen estos sistemas.  

Las 5000 cámaras que operan en Gangnam, Seúl, están controladas por apenas una docena de personas

Seúl está dotado de una multitud de sistemas de IA que vigilan desde incendios hasta aglomeraciones, incluyendo altercados, robos e incluso movimientos de los edificios que indican posibles fallos estructurales. Por supuesto también se incluyen todos los temas relacionados con la circulación de vehículos, aparcamiento indebido, etc. 

Uno de los aspectos más interesantes de Seúl es el uso individualizado de estos sistemas. Por ejemplo, desde una aplicación móvil cualquier ciudadano puede pedir ser monitorizado por las cámaras, que alertarán automáticamente en caso de detectar alguna incidencia, como ser seguido por otras personas o situaciones que pongan en peligro al individuo. Este sistema en concreto es utilizado mayoritariamente por mujeres de mediana o avanzada edad que viven solas y pasean en horario nocturno.  

Datos para mejorar la ciudad

Sin embargo, el caso de Seúl no es el ejemplo más común del uso de la IA en ciudades con el objetivo de optimizar lo existente. Los ejemplos más habituales se encuentran en torno a la movilidad, desde el control de semáforos hasta aplicaciones de movilidad totalmente integradas como City Brain de Alibaba. El esfuerzo más notable en esta área ha sido la creación de digital twins (gemelos digitales) de las ciudades sobre los que experimentar nuevas políticas y estrategias de movilidad. De este modo, se puede verificar el impacto de intervenciones urbanas antes de afectar físicamente la ciudad aplicándola primero en su simulación digital.  

Pero existe otra cara de la moneda que no se centra en optimizar lo existente sino en reinventar las ciudades.  

La recolección de datos en la ciudad permite reorientar la planificación urbana

El big data también ha llegado a las ciudades y con él se ha abierto todo un conjunto de posibilidades hasta ahora inédito. Quizás el ámbito más evidente es el de la planificación urbanística, donde han surgido nuevos colectivos de urbanistas (por ejemplo, 300.000km/s) que utilizan datos para orientar la planificación urbana. Datos que van desde la medición de la polución hasta el trazado de rutas donde sea la belleza estética, y no la distancia, el elemento determinante.  

El ejemplo más destacado de este grupo corresponde a la introducción de los cronogramas en la planificación urbana por parte de Carlos Moreno, lo que ha dado lugar a la ciudad de los 15 minutos. Su fundamento es que, en el espacio que puede recorrerse en 15 minutos a pie, deberían estar situados no solo los servicios esenciales, sino también los espacios de ocio y trabajo. Estas ciudades a escala humana buscan redescubrir los lugares de encuentro, superando la división centro periferia y creando ciudades donde el intercambio, la creación y el bienestar de las personas ocupen un rol central.  

Liberar espacio público

Ahora bien, más allá de estas dos grandes líneas, existen espacios de disrupción que se configuran como potenciales desencadenantes de transformaciones radicales. La progresiva digitalización de nuestra realidad cotidiana es uno de ellos, lo cual se evidenció en toda su fuerza durante la pandemia. Los nuevos desarrollos de realidad virtual y realidad aumentada prometen difuminar aún más la frontera entre el mundo físico y el digital. Sin duda, ello tiene implicaciones importantes para las ciudades, pues reduce las necesidades de movilidad al tiempo que incrementa la presión por crear espacios más humanos.  

Sin embargo, quizás el elemento más potencialmente transformador sea los robotaxis. Los vehículos autoconducidos tienen ya una presencia relativamente significativa en nuestras autopistas de la mano de Tesla principalmente. Y los robotaxis, coches autoconducidos bajo demanda, ya operan en algunas ciudades con las ofertas de Waymo (Google) y Cruise (GM) en Austin, Phoenix, San Francisco y, recientemente, también Los Ángeles.  

  • Prototipo de Cruise (GM) robotaxi, ya sin volante
    Prototipo de Cruise (GM) robotaxi, ya sin volante

La oferta funciona de manera similar a Uber. Mediante una app solicitas un trayecto, aparece un coche – en muchas de estas ciudades, ya sin conductor de seguridad – que realiza el trayecto con precisión y cumpliendo estrictamente las normas de tráfico. Su funcionamiento no está, sin embargo, exento de problemas, especialmente en el caso de Cruise. Hay numerosas situaciones inesperadas que se pueden dar en el tráfico de ciudades complejas como San Francisco, donde confluyen e-scooters, bicicletas, tranvías, autobuses, etc. Y aunque poco a poco se van solventando, quedan aún muchas situaciones que ocasionan lo que, en la mayor parte de los casos, no pasa de incidentes… Aunque en algún que otro caso, también se dan accidentes.  

Sin embargo, la promesa de esta disrupción es, sin duda alguna, importante y transformadora. La disponibilidad de un servicio de movilidad bajo demanda a bajo coste, con una amplia variabilidad en la oferta que iría desde los microbuses hasta los automóviles convencionales y limusinas, y desde lo privado hasta lo público, permitiría la práctica desaparición del automóvil particular de nuestras ciudades. Y junto a él, también desaparecería la necesidad de destinar buena parte del espacio al aparcamiento y a la movilidad. Esta es probablemente la promesa de transformación más disruptiva que afrontan nuestras urbes. Una promesa que, gestionada adecuadamente, puede convertirlas en ciudades más habitables y humanas. 

Todo el contenido está disponible bajo la licencia Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional.