El futuro es colaborativo: Ecosistemas versus “egosistemas”

Es necesario jugar en equipo para convertir las buenas ideas singulares en sistemas donde la innovación esté generalizada y alcance un gran impacto.

David Reyero

Es evidente que la innovación ya es uno de los pilares del éxito de empresas y países y lo será todavía más en los próximos años. Sea incremental o disruptiva no existe otra alternativa a largo plazo para quien quiera sobrevivir en este mundo de competencia global y de cambios continuos. Pero, ¿qué distingue a las organizaciones y áreas geográficas más innovadoras? 

De los diversos elementos clave (talento y liderazgo, acceso a financiación, regulación, ambiente innovador, inversión en I+D+I…) me enfocaré en la mentalidad colaborativa como aspecto esencial para convertir las buenas ideas particulares en una innovación sistemática, escalable y con un impacto potente. 

Más allá de sus profundas diferencias culturales y de valores, es una actitud común de lugares tan diversos como Silicon Valley, Boston, Tel Aviv, Toronto, Londres, Shanghai, Estocolmo o Beijing, por poner sólo algunos ejemplos

Un aspecto crítico que lo anglosajones llaman “conectividad” (connectedness): una mentalidad para compartir ideas, potenciar la diversidad entre distintas personas y actores del ecosistema y una apertura total y apoyo a las buenas ideas, aunque no vengan del establishment o de nuestro círculo conocido.  

Ecosistemas de éxito y consolidados que piensan en grande y apuestan por una potente open innovation. Culturas innovadoras que evitan las tentaciones muy humanas de los “egosistemas”, la búsqueda de medallas personales, del beneficio propio o los intereses corporativistas, del apoyo prioritario a amigos o a élites cercanas al establishment y no tanto a los outsiders que no tienen un “buen padrino” o suficientes recursos iniciales. 

Saben que no ser colaborativo es pensar en pequeño, jugar a no perder y no jugar a ganar. Un enfoque que aplican no sólo a startups, sino también a corporaciones de mayor tamaño. Y donde no son raros los movimientos disruptivos (ej. “pracademics”, personas que pasan de la academia a la empresa). 

Trampas a la innovación

Xavier Ferrás habla en este excelente artículo de 3 trampas que nos desenfocan de la verdadera innovación: capacidades, publicaciones e improvisación. 

Empresas atrapadas en maximizar sus capacidades actuales y no tanto en las de futuro. Organizaciones demasiado enfocadas en resultados a corto plazo por las presiones del mercado y que descuidan las luces largas y la construcción de nuevas capacidades que generen nuevos productos o servicios. 

Universidades obsesionadas por el número de publicaciones y no tanto por lograr patentes reales, lo que reduce su impacto y la deseable transferencia de la investigación académica al mundo empresarial real.  

Administraciones sin estrategias claras en políticas industriales ni de innovación que suelen requerir tiempo de maduración para evaluar resultados y efectividad. La falta de un rumbo sostenido como consecuencia de los frecuentes cambios políticos perjudica el impacto real de políticas públicas que podrían ser mucho más relevantes. 

La Champions League de la innovación

España está bien posicionada en áreas emergentes, pero siendo realistas todavía no jugamos en la Champions del emprendimiento y la innovación.  

Valdría la pena profundizar en cuáles son nuestras fortalezas y una indudable es que tenemos buen talento innovador y cada vez más ejemplos de innovación exitosa, tanto en startups como empresas consolidadas. 

Y, en paralelo, creo fundamental ser autocríticos para avanzar al siguiente nivel. Al menos un par de elementos me parecen que tienen margen de mejora: tenemos la oportunidad de pensar más a lo grande y evitar los personalismos (egosistemas) que nos impiden aprovechar buenas ideas.  

Lo mejor de todo es el que ya lo hicimos en el pasado. Uno de los mejores ejemplos ya muy conocidos fue los Juegos Olímpicos de Barcelona. Un claro ejercicio de colaboración transversal, de construir mediante ecosistemas y no egosistemas. De transformar una ciudad, más allá de la intención original de organización un buen evento deportivo. 

El futuro depende de nosotros y sin duda será colaborativo. Un porvenir donde los egosistemas perderán influencia y será fundamental aflorar mejor las capacidades de cada ecosistema interno y de conectarlo de manera todavía más sólida a un mundo global donde las mejores ideas pueden venir de cualquier parte y fluyen a la velocidad de la luz. 

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