

El liderazgo auténtico es servir y no servirse
¿Cuáles son las intenciones del líder actual? ¿Qué legado quiere dejar?

El liderazgo de hoy está en crisis: valga como ejemplo un estudio realizado por el Foro Económico de Davos en el que un 86 % de los encuestados admiten que en el mundo no hay líderes a la altura de los retos actuales.
Las causas son múltiples y una de las más importantes es que no se percibe que los líderes se orienten suficientemente hacia el bien común, sino que más bien anteponen sus intereses personales o de grupo.
El mejor remedio a este mal es el liderazgo como servicio (o servant leadership), un término acuñado en los años setenta por Robert K. Greenleaf, basado en la filosofía de Confucio: “El hombre superior piensa siempre en la virtud; el hombre vulgar piensa en la comodidad”.
El liderazgo como servicio facilita el éxito sostenible de las compañías
Este enfoque parte de una inclinación genuina y una decisión personal de servir a los demás como factor prioritario. A partir de esta actitud, se construye un estilo propio y se da conscientemente un paso al frente para liderar a los demás.
Una combinación sinérgica de diversos elementos define las 10 características principales del liderazgo como servicio:
- La escucha
- La empatía
- La atención a los demás
- El autoconocimiento
- La persuasión
- La ambición (soñar en grande)
- El análisis profundo de los problemas y de sus soluciones
- La confianza en los demás
- El compromiso a favor del crecimiento del equipo
- La construcción de la comunidad
El liderazgo como servicio ofrece múltiples beneficios para el mundo corporativo:
- Credibilidad. Los demás perciben que el líder no se mueve principalmente por su agenda individual y este aspecto es una de las bases del liderazgo.
- Innovación. Se potencian la influencia y las decisiones de abajo hacia arriba, un gran caldo de cultivo para que florezcan, de manera natural y progresiva, la creatividad y la implicación colectiva en la búsqueda de nuevas soluciones.
- Más talento en juego. En este contexto, las personas se sienten queridas y valoradas, y ello les lleva a poner sus mejores capacidades en juego. Se fomentan la colaboración, el apoyo, los retos y la honestidad, ingredientes esenciales para que la magia del talento se active y fluya.
- Felicidad laboral. Esta cultura empresarial humanista es capaz de combinar la ambición de grandeza, los resultados y la credibilidad con el aprecio personalizado a los colaboradores. Y ello genera ambientes genuinamente felices, con realismo y sin marketing interno ni “buen rollo” superficial.
- Compromiso laboral. Las personas tienden a reforzar su compromiso porque este tipo de entornos laborales satisfacen bien todas sus necesidades, tanto las básicas como las más elevadas.
- Rendimiento superior. El resultado final se traduce en unas cifras muy elocuentes: más ventas, mejor rentabilidad y mayor fidelización de los clientes.
En resumen, se trata de un estilo de liderazgo que facilita el éxito sostenible de las empresas. Y, aunque este enfoque pueda parecer romántico e ingenuo frente a los tradicionales estilos directivos jerárquicos, varias evidencias rebaten este argumento:
- El siglo XX ya fue artífice de transformaciones profundas y difíciles, fruto de las grandes resistencias en contextos políticos, sociales y culturales muy distintos. Y se produjeron, por ejemplo, los casos de Martin Luther King en los Estados Unidos, de Gandhi en la India o de Mandela en Sudáfrica.
- Centenares de empresas ya están practicando este estilo de liderazgo, entre ellas algunas corporaciones de éxito, como Marriot, SAS, Schneider, Starbucks o Southwest Airlines.
- En el siglo XXI, la mentalidad de las personas ha evolucionado. Se aceptan cada vez menos los líderes "mesiánicos" que tienen respuestas para todo y no facilitan la participación de abajo arriba. El auge de la economía colaborativa y la irrupción de las redes sociales (donde una persona tiene el mismo espacio que una gran multinacional) son dos ejemplos de éxito a través de la participación ciudadana. Son movimientos sociales que escapan a los patrones clásicos del “ordeno y mando”.
En los últimos años hemos avanzado mucho en algunos campos, como la tecnología o la ciencia. Pero se mantienen o se agravan los retos geopolíticos, económicos o empresariales.
La visión, el coraje, la empatía con el diferente, la búsqueda de consensos, la ruptura de las inercias son factores que tienen mucho que ver con el liderazgo. Y, a la hora de tomar decisiones difíciles y de gran impacto, se requiere un profundo equilibrio y madurez personal para avanzar hacia el bien común.
Hoy en día, parece evidente que no abundan en el mundo los líderes reputados. Necesitamos explorar nuevas vías y patrones de conducta para recuperarnos de esta crisis de liderazgo, siendo conscientes de que los cambios nos pueden sorprender y que no van a ser fáciles ni rápidos.
Hoy más que nunca, el liderazgo auténtico y positivo es servir y no servirse, para generar un buen legado a la sociedad.

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