COP28: “Lo políticamente aceptable podría ser ecológicamente desastroso”
“Y lo ecológicamente necesario ha sido políticamente imposible”. Analizamos las conclusiones de la cumbre del clima con el director de la Cátedra de LiderazgoS y Sostenibilidad de Esade, Àngel Castiñeira.
La COP28 estaba llamada a ser una cumbre histórica. Y en cierto modo, lo ha sido: por primera vez se hace una mención explícita a la necesidad de abandonar los combustibles fósiles. Esto corrige una anomalía mantenida durante tres décadas en las cumbres sobre el cambio climático, donde una y otra vez se ha acordado reducir las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera sin mencionar el carbón, el petróleo y el gas como sus principales causantes.
En cualquier caso, el texto final de esta COP28 no establece una fecha para su abandono total, sino que insta a las partes a transicionar para ir alejándose del uso de combustibles fósiles. Para analizar las conclusiones de esta cumbre hemos acudido al director de la Cátedra de LiderazgoS y Sostenibilidad de Esade, Àngel Castiñeira.
¿La COP28 ha sido un éxito o un fracaso?
Depende de a quién dirijamos la pregunta. Para los diplomáticos y los responsables de la cumbre, ha sido claramente un éxito. Para los científicos, seguramente no ha sido así. Por mi parte, trataré de responder con tres valoraciones. La primera es la del elefante en la habitación, que ha sido nombrado por fin: después de 30 años de conferencias mundiales sobre el clima, por fin se reconoce de manera inequívoca que el sistema energético mundial debe alejarse del uso de los combustibles de los combustibles fósiles. Es el principio del fin, aunque este fin no tiene todavía una fecha de concreción para los próximos años.
La segunda es que el acuerdo obtenido es mejor de lo esperado, pero peor de lo necesario. Hay una ambigüedad entre las expectativas y lo conseguido: hemos logrado un avance incremental con respecto a lo de siempre, pero lo que realmente necesitábamos era un cambio exponencial. Se ganó el acuerdo de la COP 28, pero probablemente la batalla por los 1,5ºC podría perderse. Es un éxito diplomático del multilateralismo porque se han puesto de acuerdo cerca de 200 países, pero podría ser un fracaso de las aspiraciones y recomendaciones científicas. Esta paradoja (y la tragedia que la acompaña) se puede resumir así: lo políticamente aceptable podría ser ecológicamente desastroso y lo ecológicamente necesario ha sido políticamente imposible. Se ha evitado el suicidio económico de algunos países que todavía son muy dependientes de los combustibles fósiles, pero vamos camino de cometer un ecocidio. La COP28 se ha movido en los márgenes entre el suicidio económico de unos y el posible ecocidio para todos.
Por último, podemos valorar el resultado de la cumbre de forma matizada a través de cuatro preguntas fundamentales. La primera: ¿hemos conseguido un acuerdo global sobre los futuros compromisos a asumir en relación con la emergencia climática? Sí, y hay que celebrarlo. La segunda: ¿hemos reconocido de manera inequívoca la necesidad de abandonar los combustibles fósiles? Rotundamente sí, y esto representa un hito histórico, aunque llegue con 30 años de retraso. La tercera: ¿estamos siendo suficientemente ambiciosos como para detener las emisiones de gases de efecto invernadero? La respuesta es no. Hasta la fecha de hoy, emitimos más de lo que mitigamos. La cuarta: ¿vamos suficientemente rápido como para limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 grados? La respuesta vuelve a ser no.
Los términos en los que se ha redactado la Declaración de Dubai (transicionar, en lugar de eliminar los combustibles fósiles) son importantes. Pero más allá del léxico, ¿qué avances concretos en la descarbonización se han conseguido?
El principal compromiso destinado a acelerar la descarbonización es que 118 países se han comprometido a triplicar la capacidad de energía renovable a nivel mundial y a duplicar la tasa anual promedio de mejoras de eficiencia energética de aquí hasta el año 2030. La inclusión de una fecha fija, el año 2030, es mucho más importante de lo que podamos creer. ¿Por qué? Porque impulsará las industrias solar y eólica y convierte a este acuerdo en el más importante de toda la cumbre, desde el punto de vista de la concreción y del compromiso. Si se implementa, cambiará de raíz la industria eléctrica. Es un acuerdo que pondrá en marcha el acelerador global de descarbonización con el que buscar una transición energética acelerada y una reducción drástica de las emisiones globales, abordando tanto la demanda como la oferta de la energía. Es la mejor noticia de la COP.
Por otro lado, se puede realizar una interpretación de textos sobre la declaración última de una intención de reducir sustancialmente las emisiones de CO2 a nivel mundial, incluidas las emisiones de metano, para el año 2030. Sobre esto, es importante señalar que el problema clave no son las emisiones de gases de efecto invernadero, sino los combustibles fósiles que generan la mayoría de estas emisiones. Sirve de poco mitigar si no atacamos directamente la raíz del problema: no consiste en mitigar más, sino en reducir justamente las emisiones. Y aquí es donde las palabras son importantes. Hacer la transición significa reducir la demanda, pero sin establecer una fecha límite (porque ahora mismo la demanda de combustibles fósiles sigue aumentando). Esto es diferente a hablar de reducción gradual o de eliminación gradual, puesto que está última implicaría comenzar ya a reducir no solo el consumo, sino también la producción. El léxico escogido supone un respiro para los lobistas que representaban a las empresas de combustibles fósiles. Por otro lado, se reconoce la importancia de los combustibles de transición para desempeñar un papel fundamental en la transición energética. Y hemos de interpretar qué significará combustibles de transición. ¿Lo será el gas natural? Probablemente. ¿La energía nuclear? Probablemente. ¿Alguna forma de combustible basado en petróleo? Probablemente también. La COP marca el ocaso de la era de los combustibles fósiles, pero puede anunciar el amanecer de la era de los combustibles de transición. Será muy importante delimitar, como ha hecho la Unión Europea, qué es y que no es un combustible de transición.
Otro tema clave ha sido la financiación climática. ¿Cuáles son las conclusiones al respecto?
Este tema se arrastra como una promesa de cumplimiento de otras cumbres. Se ha avanzado en el nuevo objetivo colectivo cuantificado, que ya se había acordado en 100 mil millones de dólares prometidos por parte de los países desarrollados para financiar iniciativas de mitigación y adaptación al cambio climático en los países en desarrollo. Esta meta de 100 mil millones de dólares aún no se ha cumplido y el plazo es hacerlo en el 2024. En esta COP se preveía una presión mayor de los países del sur global para concretar el cumplimiento de esta financiación. ¿Qué se ha conseguido? Un acuerdo para redactar un objetivo de financiación posterior a 2025, pero los detalles se van a definir el próximo año en la COP29 de Bakú, en Azerbaiyán. Sí que se ha anunciado (y estos son ya concreciones) la creación del Fondo Alterra de 30 mil millones de dólares para soluciones climáticas globales. Este fondo tendrá como objetivo atraer 250 mil millones de dólares de inversión para finales de esta década y se va a centrar en impulsar iniciativas climáticas globales con un enfoque especial en mejorar el acceso de la financiación para el sur global. A su vez, constará de dos partes con dos estrategias diferentes: uno será el fondo Alterra Acceleration, consistente en 25 mil millones de dólares para capital institucional con que hacer inversiones climáticas a gran escala; el otro es Alterra Transformation, con 5 mil millones de dólares para capital de mitigación de riesgos destinados sobre todo a incentivar flujos de inversión hacia el sur global. Pero el año decisivo será el 2024, que es cuando se cumple el plazo establecido para proporcionar estos 100 mil millones que, en cualquier caso, estarán muy por debajo de lo que el sur global verdaderamente necesitará.
Un aspecto importante de la financiación es el Fondo de Compensación de Pérdidas y Daños. ¿Por qué es cada vez más relevante?
Es una cuestión muy importante porque hasta ahora la estrategia científica y política se centraba en dos aspectos: mitigación y adaptación. Mitigación significa trabajar ex ante, reduciendo emisiones para evitar el aumento de temperaturas, y adaptación significa prepararnos para el cambio que tendrá lugar. El Fondo de Pérdidas y Daños se va a convertir en la tercera pieza importante de la estrategia climática, acompañando a la mitigación y la adaptación, porque el cambio climático ya ha llegado y ya tiene impactos. Los está teniendo en forma de sequía, de ciclones, de inundaciones, de movimientos poblacionales... Esto implica que la estrategia de adaptación ya no la podemos hacer a futuro, sino que la tenemos que hacer ahora mismo, teniendo en cuenta las repercusiones que está teniendo el cambio climático sobre los países más directamente afectados. La COP 28 ha sido testigo de un acuerdo histórico para apoyar a las naciones vulnerables que ya se están enfrentando a los peores impactos del cambio climático. El texto final acordado mantiene los llamamientos para que se duplique la financiación a la adaptación de estos países y a los planes fundamentales de evaluación y seguimiento de las necesidades que van a tener. ¿En qué se concretan estas necesidades? Aquí, de nuevo hay que leer muy bien el texto y lo que significa. Se habla de “la promoción de una movilidad humana equitativa, segura y digna”. Esto nos dice que, a consecuencia de estas pérdidas y daños, vamos a tener un grado de migración climática elevadísimo, se habla de millones de personas. Este tipo de migraciones puede generar todo tipo de problemas sociales, medioambientales e incluso geopolíticos. El cuidado y el seguimiento de esta movilidad humana va a ser muy importante en pérdidas y daños. También lo serán temas de seguridad hídrica muy vinculados con las sequías, de restauración de ecosistemas vinculados con la pérdida masiva de biodiversidad, y temas de salud.
Por último, y es una muy buena noticia, se ha establecido una junta directiva geográficamente diversa en su representación, con un fondo que será administrado inicialmente por el Banco Mundial, de tal manera que los países ricos se han comprometido en Dubai a apoyar un fondo que actualmente ya suma unos 700 millones de dólares. Es una cantidad muy pequeña en comparación con las pérdidas y daños actuales, que se estiman entre 215 mil y 387 mil millones de dólares al año de aquí a 2030. Este será uno de los temas estrella por su urgencia y emergencia en las próximas cumbres.
El número de lobistas del petróleo y el gas ha crecido exponencialmente en las últimas cumbres. Además, las últimas presidencias han recaído en Estados muy dependientes de sus exportaciones de petróleo. ¿Esta clase de liderazgos no suponen un gran obstáculo para avanzar en la acción climática?
Es una buena pregunta. Uno podría creer que este foro, donde han acudido más de 90.000 personas, es una especia de Babel muy diverso con estrategias y lenguajes muy diferentes donde es difícil ponerse de acuerdo. Sinceramente, creo todo lo contrario. Una parte de los resultados es esperanzadora. Viniendo del contexto previo del presidente Donald Trump y del deterioro profundo de los acuerdos multilaterales mundiales en todos los ámbitos, es un éxito que ahora lleguemos a una cumbre en la que, con luz y taquígrafos, los lobistas puedan ejercer su presión y verbalizar sus exigencias como hacen otros colectivos. El éxito del multilateralismo conseguido en la COP28 no es solo llegar a un acuerdo entre cerca de los 200 países representados, sino que se ha llegado a establecer un lenguaje y una visión comunes sobre los retos que tenemos por delante también en los foros de discusión colaterales a la negociación entre países. Por supuesto, los lobistas vienen a defender sus intereses, pero una buena parte también tiene una visión mucho más sofisticada sobre la problemática energética y dispone de un conocimiento técnico sobre las energías hoy disponibles, lo que puede ayudar a los responsables políticos a entender mejor cómo acometer una transición verde, justa y, sobre todo, rápida. Esto obliga a un ejercicio del liderazgo mucho más complejo, porque no es ni un liderazgo carismático, ni heroico, ni único, sino que es un liderazgo compartido y distribuido. Por parte de los ciudadanos, ver durante dos semanas largas reuniones hasta altas horas de la noche puede parecer algo farragoso, lento y burocrático, pero es la única manera de poder ejercer hoy un liderazgo que represente verdaderamente las voces corales que no sólo incorporan a los lobistas, a los periodistas o a los científicos, sino también a las comunidades étnicas y a los grupos más afectados.
Profesor titular y director de la Cátedra de Liderazgos y Sostenibilidad en Esade
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