Rescates
Los casos recientes de rescates marítimos han sacado a relucir una realidad incómoda: hay una diferencia abismal en el uso de recursos para salvar vidas diversas pero igualmente valiosas.
El 23 de junio de 2023 apareció en los medios de comunicación la noticia trágica de la muerte de cinco hombres en el interior de un pequeño submarino, cuando se dirigían a visitar los restos del Titanic. Cuatro de ellos habían pagado 250.000$ por la aventura, siendo el quinto el propietario de la empresa del submarino. Barcos, aviones y helicópteros de EEUU, Canadá y Francia se habían desplazado a la zona en los días previos para intentar salvar las vidas de estas cinco personas.
Unos días antes, en aguas territoriales griegas, el barco egipcio Adriana, lleno de emigrantes que intentaban llegar a Italia, naufragó causando en torno a quinientos muertos. La policía marítima griega que se acercó al barco fue acusada de negarle una ayuda eficaz. Por último, el 21 de junio, en aguas territoriales marroquíes, había naufragado una lancha neumática que iba camino de las Islas Canarias causando una cuarentena de muertos; en este caso son las policías marítimas española y marroquí de las que se sospecha negligencia en el rescate.
Salvar vidas humanas es un imperativo ético. La vida de una persona es un bien de valor incalculable y merece todos los esfuerzos –humanos y financieros– posibles cuando se la puede rescatar. Es una cuestión de responsabilidad.
Sin embargo, las sociedades disponen de recursos financieros y humanos limitados, por lo que el imperativo ético choca con dilemas. En hospitales de países pobres, el personal sanitario a veces debe elegir dar los escasos medicamentos a un enfermo y dejar a otro sin tratamiento. Durante la pandemia, en los hospitales europeos se tuvo que decidir aplicar los escasos respiradores a unos enfermos, dejando morir a otros. La cuestión de la responsabilidad se complica con la cuestión de la justicia: ¿cómo calculamos una distribución igualitaria de los recursos escasos en nuestra responsabilidad con diversas vidas humanas, cada una de ellas de valor incalculable?
Pero en el caso de los tres rescates marítimos presentados, la diferencia de cálculo en el uso de medios humanos y materiales es abismal – “hiriente” decía un diario. Y la diferencia en las actitudes de los rescatadores, también.
Un factor que puede contribuir a perpetuar estas diferencias hirientes es la atención que han recibido los rescates por parte de los medios de comunicación. Atención que se refleja en la cantidad de información (páginas de periódicos, minutos en la radio y la televisión...) y en la calidad de esta información. En concreto, de los cinco fallecidos cerca de los restos del Titanic se han difundido las biografías; de los cientos de muertes de los otros dos hundimientos no se han explicado detalles biográficos.
Las biografías despiertan empatía: una empatía de la que los medios de comunicación que presentan las noticias se aprovechan para ganar o fidelizar clientes.
A menudo, las vidas de los ricos despiertan más empatía que las de los pobres. Y las de los pobres "diferentes" (por el color de la piel, por la lengua, por la religión) despiertan aún menos empatía. El problema es que ciertos mecanismos sociales (en este caso, los medios de comunicación) contribuyen a perpetuar estas diferencias. Diferencias o injusticias que terminarán justificando las desigualdades en el uso de medios materiales y humanos y en las actitudes hacia las víctimas de cualquier tragedia.
“La amistad con los pobres nos hace amigos del Rey Eterno”
Ignacio de Loyola
“Si paso al lado de un hombre que duerme entre cartones en el cajero de un banco pueden ocurrirme tres cosas. 'Ocurrir' es la palabra adecuada, pues mi reacción, por mucha historia trasera que recoja, ocurrirá de manera tan espontánea, tan al margen de la razón, como una función fisiológica. Podría volver la cabeza y seguir mi camino sin inmutarme. Podría contemplar al desgraciado como un objeto lejano, con la seguridad de estar protegido de un destino similar. O podría ponerme dolorosamente en su pellejo, sintiendo en mí toda la vulnerabilidad de ese cuerpo privado de hogar y de dignidad”
Santiago Alba Rico
Profesor titular, Departamento de Sociedad, Política y Sostenibilidad en Esade
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