La solidaridad en tiempo de confinamiento: ¿Con quién, cómo y hasta cuándo?
Por David Murillo & Andreas Georgiou
¿Cómo interaccionamos con los demás durante el confinamiento? ¿Qué nuevas formas de socialidad están surgiendo y qué podemos aprender sobre el comportamiento colectivo? ¿Cómo ven el mundo quienes, distanciándose de las masas, facilitan la formación de comunidades?
Todas estas preguntas nos parecen importantes. Por tanto, al tiempo que intentamos hacer de profesores en casa, nos lanzamos a limpiar a conciencia el hogar y abordamos interminables reuniones online, hemos buscado captar diversas prácticas individuales de confinamiento mediante un proyecto de investigación. Como resultado, tras recopilar en la primera quincena de abril cerca de 500 respuestas a través de una encuesta cualitativa a personas de todo el mundo, hemos obtenido una instantánea de este período.
Estos tiempos críticos de aislamiento nos han permitido vislumbrar el poder de la solidaridad
Esperamos publicar en el futuro el correspondiente artículo pero, por ahora, quisiéramos apuntar algunas constataciones que son motivo para el optimismo: estos tiempos críticos de aislamiento nos han permitido vislumbrar el poder de la solidaridad. Una fuerza social que podría potenciarse y generar así una sociedad más humana que la que nos acompañó hasta aquí. Como reza el dicho, no podemos echar a perder esta crisis. Esta vez no. Para ello podemos prestar atención a los infinitos ejemplos de solidaridad colectiva que están surgiendo a nuestro alrededor.
Al analizar la reacción ante el confinamiento, se observa un momento inicial de reflexión o de reconocimiento de lo que podríamos denominar la paradoja de la distancia. Los historiadores futuros acaso se refieran al período actual como el tiempo del "gran distanciamiento social". Pero, ¿se trata de una caracterización precisa? ¿Es que el distanciamiento físico implica un distanciamiento social o, por el contrario, ha ayudado a muchas comunidades a resurgir de una forma nueva e inesperada?
Una primera lectura de las respuestas obtenidas nos revela que el confinamiento se está viviendo principalmente como una acción altruista. Ello es especialmente cierto en el caso de los más jóvenes, para quienes el virus no se traduce en la percepción de un peligro significativo. Como señalaba un encuestado: "No estoy realmente preocupado por mí mismo, sino más bien por mi familia y por mis vecinos, que son mayoritariamente personas mayores. No quiero ser responsable de su sufrimiento o de su muerte".
Esta responsabilidad es referida también como una “obligación social”, no solo hacia unas personas determinadas, sino también hacia amplios colectivos e instituciones.
El poder de la solidaridad podría generar una sociedad más humana que la que nos acompañó hasta aquí
Permaneciendo en casa para contribuir a rebajar el coste social de la pandemia, la gente está manifestando su voluntad de apoyar el sistema sanitario y a los empleados de los sectores considerados esenciales. Así pues, al menos en este momento concreto, el distanciamiento social no es, probablemente, el término más relevante para describir la realidad que estamos viviendo. Está surgiendo otra realidad comunitaria bien distinta.
A nivel individual, el confinamiento ciertamente pone a prueba las relaciones humanas, pero también nos brinda un tiempo para reflexionar sobre qué es importante para nosotros, con quién podemos contar y con quién desearemos encontrarnos en cuanto hayamos superado la epidemia.
A nivel comunitario, también introduce diferentes formas de comportamiento socialmente aceptadas. Ello puede explicarse a través de la lógica de la reciprocidad, que está reapareciendo en esta nueva realidad social: el esfuerzo físico, emocional y cognitivo de un individuo para resistirse a salir de paseo en un día soleado se ve perjudicado si los demás no se esfuerzan por igual a quedarse en casa.
El confinamiento se está viviendo principalmente como una acción altruista
Como cabía esperar, los encuestados proporcionan unas descripciones muy vivas y muy sentidas de estas personas, que tildan de individualistas, y se muestran a favor de ciertas formas de control social y mecanismos sancionadores en nombre de la solidaridad.
Si el confinamiento no implica necesariamente distanciamiento social, ¿qué prácticas están adoptando las personas para acercarse entre ellas cuando la proximidad física no es posible?
Parece que se está manifestando el afán por un "nuevo pacto social" entre personas que aparentemente están realizando tres cosas a la vez: conectar emocionalmente entre ellas, proporcionarse recursos los unos a los otros y ayudar a promover el confinamiento entre sus congéneres.
La conexión emocional se manifiesta principalmente hacia los familiares y hacia los más allegados
Estos tres tipos de prácticas no se aplican necesariamente de igual modo, de la misma forma y para todo el mundo, sino que presentan distintos niveles de intensidad. Los vínculos familiares y el cuidado de los parientes y los más allegados son las principales prioridades; le siguen los vecinos, el personal sanitario y los empleados en sectores considerados esenciales. Y, en el nivel más exterior, se expresa la preocupación por la comunidad, en sentido amplio.
En primer lugar, la conexión emocional se manifiesta principalmente hacia los familiares y hacia los más allegados como un esfuerzo constante para tenerlos ocupados y entretenidos, manteniendo un entorno positivo.
En los barrios, las personas aprovechan esta oportunidad para presentarse a sus vecinos, compartir momentos y debates, o distraerlos desde sus ventanas o balcones a través de la música o del cine.
También observamos que la vivencia de esta nueva cercanía ha llevado a realizar acciones de solidaridad hacia las personas mayores o las que viven solas, como los vecinos que celebran el cumpleaños de la anciana de la puerta de al lado. A los sanitarios y a los empleados de sectores considerados esenciales, se les manifiesta el apoyo con aplausos y con otras expresiones de gratitud y formas de reconocimiento. Las personas muestran su apoyo emocional a la población en general compartiendo ofertas de entretenimiento online y comunicándose con aquellas personas que viven solas.
En segundo lugar, el apoyo material se proporciona usualmente a través de numerosas iniciativas que buscan ayudar a satisfacer las necesidades o realizar las compras más necesarias para la comunidad.
Aunque este apoyo se dirige especialmente a la familia y a los vecinos, también implica una serie de acciones de apoyo a los negocios locales, en detrimento de las grandes empresas "porque hemos visto que nuestras calles quedan muertas sin ellos". En este caso, de nuevo, adquieren protagonismo las iniciativas que van surgiendo en apoyo a los más pobres y a las personas mayores.
Y, para la comunidad en sentido amplio, algunas personas están fabricando o donando material para las UCI, generando contenidos para la formación online, financiando ideas para abordar la crisis social ocasionada por la pandemia, o proyectos de investigación médica. En algunos casos, se ofrecen alimentos o albergue ocasional ad hoc al personal sanitario y a los sin techo.
En tercer lugar, parece que todas estas iniciativas para proporcionar apoyo emocional y material reclaman una cadena estricta de reciprocidad. Las personas intentan convencer (e incluso obligar) a sus familiares y a sus más allegados a seguir las medidas de confinamiento. Implementan mecanismos de control y juzgan duramente a aquellos vecinos que no cumplen las normas de confinamiento, que acaparan bienes o que compran material médico innecesario en grandes cantidades. Finalmente, se están autoimponiendo la obligación de difundir información fidedigna para que la red de contactos se convenza de la gravedad de la pandemia.
Llegados a este punto, lo que tenemos (y somos conscientes de ello) es simplemente una instantánea de un momento determinado de la experiencia de solidaridad en tiempos de confinamiento. Pero están apareciendo otras realidades alternativas, al margen de nuestro análisis.
La oleada de solidaridad espontánea se empareja con la proliferación de tendencias autoritarias; soldados ocupando calles para ayudar a combatir la pandemia, mientras reafirman sigilosamente, aunque de forma controvertida, su rol de salvadores ante este enemigo invisible. Acertadamente, parte de debates actuales también se refieren a la relación entre riqueza y confinamiento.
Es comprensible que el confinamiento pueda verse como un lujo, como una manifestación de las desigualdades intrínsecas de nuestras sociedades. Los trabajadores de la "economía colaborativa" siguen siendo explotados al servicio de quienes pueden permitirse mantenerse confinados. En consecuencia, y para sorpresa de muchos, la movilidad no se ha reducido, sino que ha aumentado en segmentos de trabajadores de bajos ingresos.
Nos llegan noticias de personas sin techo que han entrado en segundas residencias para protegerse y cuidar a los demás, poniéndose también ellas en confinamiento. ¿Acaso no es obligatorio el confinamiento? ¿No es un derecho individual? ¿Son el confinamiento y la solidaridad una realidad compartida, o solo son para una parte privilegiada de la población?
Sin pretenderlo, el virus está revelando también una manera específica de entender la "comunidad", el auténtico demos, con el cual solidarizarse, mientras deja de lado, una vez más, a amplios segmentos de nuestra sociedad, que se ven marginados de nuevo.
Los encuestados esperan que haya un reequilibrio del statu quo que haga justicia a los héroes de esta pandemia
Para finalizar, volvamos al tema de la esperanza. Al preguntar a nuestros encuestados sobre los cambios que van a producirse en nuestras relaciones sociales y políticas, en sus respuestas hemos observado el anhelo de otorgar más importancia a las relaciones humanas y, en consecuencia, de alterar sus prioridades sociales y económicas.
En el nivel más externo, los encuestados esperan que haya un reequilibrio del statu quo que haga justicia a los héroes de esta pandemia. En este punto, no podemos dejar de señalar que la gente no se muestra particularmente optimista sobre la capacidad de que la sociedad por sí sola logre llevar a cabo esta ingente tarea. Este nuevo momento social debe ir acompañado de acciones de presión a los políticos. Las luchas de poder, a la luz de la encuesta, siempre están presentes.
Todas estas realidades que acabamos de mencionar apuntan en direcciones distintas. Hay numerosos incentivos y motivaciones que se ocultan tras estas manifestaciones de solidaridad aparentemente altruistas. No seamos inocentes. La realidad del confinamiento no es uniforme y, para una gran mayoría, no tiene ningún atractivo. El confinamiento enmascara muchas contradicciones pero, como señalaba uno de los encuestados, es una oportunidad para recordarnos la sociedad que quisiéramos ser.
No podemos más que estar de acuerdo con esta opinión. Si queremos construir un mundo en que el egoísmo y la competencia no sean las principales fuerzas, podríamos perfectamente buscar inspiración en las nuevas formas de solidaridad que están aflorando en estos tiempos tan difíciles.
- Compartir en Twitter
- Compartir en Linked in
- Compartir en Facebook
- Compartir en Whatsapp Compartir en Whatsapp
- Compartir en e-Mail
¿Quieres recibir la newsletter de Do Better?
Suscríbite para recibir nuestro contenido destacado en tu bandeja de entrada..